«Esbozó una sonrisa comprensiva; mucho más que sólo
comprensiva. Era una de aquellas sonrisas excepcionales, que tenía la cualidad
de dejarte tranquilo. Sonrisas como esa se las topa uno sólo cuatro o cinco
veces en toda la vida, y comprenden, o parecen hacerlo, todo el mundo exterior
en un instante, para después concentrarse en ti, con un prejuicio irresistible
a tu favor. Te mostraba que te entendía hasta el punto en que querías ser
comprendido, creía en ti como a ti te gustaría creer en ti mismo y te aseguraba
que se llevaba de ti la impresión precisa que tú, en tu mejor momento, querrías
comunicar.»
F. S. Fitzgerald, El Gran Gatsby