Esta es la historia de un ideal, del espacio libre que dejas voluntariamente a tu costado porque hay algo en ti más grande que tú mismo, algo que merece la pena contar, algo por lo que merece la pena esperar.
La historia del asiento de al lado es una de esperanza, de un deseo ferviente por conocer lo que deparará el mañana; las ganas de soñar, de jugar a imaginar un pequeño trozo del futuro. Es un relato de elecciones, de múltiples pequeñas decisiones que revelan un propósito, un compromiso y un camino para alcanzar un destino en el que, tal vez, sólo tú crees.
Es también el reflejo de una promesa sincera, de la voluntad de llegar y de la fe ciega en conseguirlo. Es una mano tendida al aire impulsada por la lealtad a un sentimiento. Es un mensaje reconfortante para imbuir confianza, calma, sosiego y seguridad.
Es un cuento que nos narra una búsqueda, la más difícil y escurridiza de todas: la de la felicidad. Una defensa a ultranza del valor y aprecio de la compañía fiel y altruista y una muestra indeleble de tesón y corazón. De esfuerzo, perseverancia… entrega.
Una carta abierta a la ilusión.
Y de miedo. Miedo. Miedo e incertidumbre. Incertidumbre y dudas. Dudas y fragilidad. Fragilidad y, de nuevo, miedo.
De abrirte y hacerte daño.
De no saber, de no ver, de no sentir, de no estar.
¿Podrás ser capaz?
De arriesgar, sufrir y decepcionarte.
Tropezar. Caer. Levantarte. Volver a caer.
De nunca saber a ciencia cierta si podrás llegar.
O si podrás dar.
Inseguridad.
Vacío, distancia, soledad.
Pero, por encima de todo, la historia del asiento de al lado es la historia de una semilla, plantada en la tierra en un lugar que quizá no estuviese destinado a alojarla; semilla en la que alguien creyó porque, un día, se atrevió a imaginar en lo que podría convertirse.
Alguien que creyó en la semilla, en el agua y la tierra, y en su capacidad de enseñarle dónde encontrar sus raíces para impulsarla a brotar hacia el cielo, crecer, y gritarle alto que nada vive lejos de la esperanza y nada ni nadie crece sin mimo, tiempo, cuidado… y espacio para poder hacerlo.
La historia del asiento de al lado es la historia de mi vida.
¿Cómo comienza?
Comienza por el principio, en ese hueco que dejo libre a mi lado.