lunes, 21 de julio de 2014

El día que el mar se aburrió


Un día el mar se aburrió. El remanso de calma y quietud que se extendía hasta donde alcanzaba la vista se dejó mecer por el viento. Y su forma cambió.

La brisa modelaba la superficie del mar creando colinas y valles que se alternaban y sucedían casi hasta el infinito; cuando el viento era más fuerte y valiente convertía las ondulaciones suaves en olas que desafiaban la planicie del mar y que iban a morir a una playa, sobre la roca o en la arena. El día que el mar se aburrió captó todos y cada uno de los colores del mundo y los devolvió para que con cada amanecer y atardecer se confundiese con el cielo, con sus tonos azules y grises, amarillos, naranjas y dorados, negros y blancos.

El día que el mar se aburrió el cielo encontró un espejo donde contemplarse.

El día que el mar se aburrió yo estaba sentado en una playa al atardecer. La caída del sol arrojaba sobre el mar una luz cada vez más tenue. El crepúsculo teñía el cielo de mil colores, desde el azul hasta el naranja, y cada uno se reflejó sobre el ondulante mar que bañaba la playa. Era imposible saber de qué color era el mar, pues todo él era azul y gris y blanco, exceptuando el amarillo que despuntaba en las crestas de las olas que rompían a mis pies.

El día que el mar se aburrió el cielo sonrió y el mar le devolvió la sonrisa. Y yo vi sonreír a ambos porque el mundo se tornó entonces un lugar muy bello. No sabría decir de qué color era el mundo en aquel instante, pues la gama desplegada hacía parecer que era uno y todos a la vez, pero sí sé que aquella belleza inmaterial me decía que aquel cuadro era perfecto.

jueves, 3 de julio de 2014

Jorge Luis Borges (Los conjurados, 1985)





«(...) Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso. No hay poeta, por mediocre que sea, que no haya escrito el mejor verso de la literatura, pero también los más desdichados. La belleza no es privilegio de unos cuantos nombres ilustres. Sería muy raro que este libro, que abarca unas cuarenta composiciones, no atesorara una sola línea secreta, digna de acompañarte hasta el fin (...)»

martes, 1 de julio de 2014

Blend in


Porque no hay peor sensación que sentirse solo, solo y vacío en mitad de un mundo al que perteneces pero en el que no te encuentras a ti mismo.
Sentirse títere y titiritero de una función vieja, triste, extraña y olvidada.