miércoles, 31 de diciembre de 2014

«Forsan et haec olim meminisse iuvabit», o los sonidos de un año. Epílogo del 2014.

¿Qué es un año? ¿Qué representa en la vida que uno se vaya y otro lo suceda? En realidad, nada, pues la mochila que cargas cada día no la abandonas hoy, sino que permanece en tu espalda para afrontar el día de mañana.



Aun así, está bien hacer de la vida un ciclo que de alguna manera te enfrenta a ti mismo año tras año. Entre otros, el día de hoy parece que te obliga a hacer balance de todo lo sucedido durante los 364 anteriores, a pararte un segundo frente a tu propio reflejo y a decirte: ¿dónde estamos y a dónde vamos?


¿Y qué ves ante el espejo? Seguro que en algo has cambiado, por suerte y por desgracia. Para bien o para mal, eres diferente a lo que eras justo hoy hace un año. Lo importante es: ¿eres mejor? ¿Te sientes feliz al hacer ese viaje introspectivo donde contemplas todo lo que se ve de ti y lo que no se ve, lo que enseñas y lo que te esfuerzas por ocultar?


No creo que puedas pasar un año sin que un año pase a través de ti. Tantos días te habrán proporcionado instantes de alegría, de diversión, de felicidad; pero seguro que otro buen puñado de momentos tristes, difíciles, duros. Momentos bajos donde las nubes en el cielo y en tu corazón cubren sin remedio un sol que jamás deja de brillar para ti.


Suena a frase insustancial y a consejo barato pero al final, cuando el día toca a su fin y da paso al siguiente, lo único que marcará una diferencia será todo lo bueno que hubo en él; todo lo bueno que trajo a tu vida y que forma ya parte de ella.


Qué bonito sería mirarse en ese momento y sentirse satisfecho con lo que se ve, se siente y se tiene, ¿no? Sería una muestra inequívoca de que algo has hecho bien; de que vas en la dirección correcta o, al menos, en la dirección que quieres. Pocas cosas podrían hacerte sentir mejor.


Llegados a este punto, puedes entonces hacer dos cosas: regodearte en lo bueno y estallar de alegría y quedarte en eso, o dedicar un segundo más de lo necesario a bucear en aguas un poco más embravecidas, donde nadie te asegura que puedas estar tranquilo... Te acuerdas entonces de aquello que no es como querrías que fuese, y no es algo nimio, absurdo o caprichoso, sino algo radical, esencial para ti, especial, único. Algo que falta, que buscas a ciegas e irremediablemente no encuentras. Te hundes un poco...


Pero hay algo que puede más que eso y poco a poco va arrastrándote de vuelta a la superficie... La ilusión que te mueve día a día y lo ha hecho año tras año permanece intacta mostrándote el camino a seguir. Recuerdas lo afortunado que eres por la riqueza que llena tu vida: personas, momentos, y la unión de las dos. ¿No es eso algo de lo que sentirse orgulloso?


Con la esperanza de que el futuro es prometedor y con la emoción de que todo puede empezar a cambiar en cualquier instante cierras entonces los ojos, inspiras profundamente y dejas salir el aire de tus pulmones con la misma lentitud. El fresco aire nocturno de invierno te golpea en la cara y algo te dice que ya puedes pasar la última página de este último día de este último año de este último ciclo de tu vida.


Todo está preparado para volver a comenzar y tú, con todo lo aprendido, sientes tus alas crecer despacio. Puede que no muy tarde puedas al fin volar un poco más cerca del sol...