Aun así, está bien hacer de la vida un ciclo que de alguna manera te enfrenta a ti mismo año tras año. Entre otros, el día de hoy parece que te obliga a hacer balance de todo lo sucedido durante los 364 anteriores, a pararte un segundo frente a tu propio reflejo y a decirte: ¿dónde estamos y a dónde vamos?
¿Y qué ves ante el espejo? Seguro que en algo has cambiado, por suerte y por desgracia. Para bien o para mal, eres diferente a lo que eras justo hoy hace un año. Lo importante es: ¿eres mejor? ¿Te sientes feliz al hacer ese viaje introspectivo donde contemplas todo lo que se ve de ti y lo que no se ve, lo que enseñas y lo que te esfuerzas por ocultar?
No creo que puedas pasar un año sin que un año pase a través de ti. Tantos días te habrán proporcionado instantes de alegría, de diversión, de felicidad; pero seguro que otro buen puñado de momentos tristes, difíciles, duros. Momentos bajos donde las nubes en el cielo y en tu corazón cubren sin remedio un sol que jamás deja de brillar para ti.
Suena a frase insustancial y a consejo barato pero al final, cuando el día toca a su fin y da paso al siguiente, lo único que marcará una diferencia será todo lo bueno que hubo en él; todo lo bueno que trajo a tu vida y que forma ya parte de ella.
Qué bonito sería mirarse en ese momento y sentirse satisfecho con lo que se ve, se siente y se tiene, ¿no? Sería una muestra inequívoca de que algo has hecho bien; de que vas en la dirección correcta o, al menos, en la dirección que quieres. Pocas cosas podrían hacerte sentir mejor.
Llegados a este punto, puedes entonces hacer dos cosas: regodearte en lo bueno y estallar de alegría y quedarte en eso, o dedicar un segundo más de lo necesario a bucear en aguas un poco más embravecidas, donde nadie te asegura que puedas estar tranquilo... Te acuerdas entonces de aquello que no es como querrías que fuese, y no es algo nimio, absurdo o caprichoso, sino algo radical, esencial para ti, especial, único. Algo que falta, que buscas a ciegas e irremediablemente no encuentras. Te hundes un poco...
Pero hay algo que puede más que eso y poco a poco va arrastrándote de vuelta a la superficie... La ilusión que te mueve día a día y lo ha hecho año tras año permanece intacta mostrándote el camino a seguir. Recuerdas lo afortunado que eres por la riqueza que llena tu vida: personas, momentos, y la unión de las dos. ¿No es eso algo de lo que sentirse orgulloso?
Con la esperanza de que el futuro es prometedor y con la emoción de que todo puede empezar a cambiar en cualquier instante cierras entonces los ojos, inspiras profundamente y dejas salir el aire de tus pulmones con la misma lentitud. El fresco aire nocturno de invierno te golpea en la cara y algo te dice que ya puedes pasar la última página de este último día de este último año de este último ciclo de tu vida.
Todo está preparado para volver a comenzar y tú, con todo lo aprendido, sientes tus alas crecer despacio. Puede que no muy tarde puedas al fin volar un poco más cerca del sol...
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