Era frágil. Era una criatura tan pequeña y tan dulce que hacerle daño parecía un crimen imperdonable.
Rebosaba vida, estaba llena de ella. Era joven y lo tenía todo. Acababa de despertar al mundo y tenía una prometedora vida por delante. El futuro se antojaba emocionante y el presente era sin duda alguna afortunado.
Su entusiasmo era contagioso; sus ganas de vivir, enfermizas. Bajo aquella aparente máscara de inocencia e incredulidad habitaba una mente maravillosa llena de inquietudes, ilusiones y miedos.
Era ella una criatura temerosa pues tenía miedo de vivir. Tenía miedo de hacer mal aquello que más deseaba y por esa razón se mostraba tan distante y ajena a lo que realmente era; a cómo realmente era.
La complejidad que subyacía en su interior apenas se dejaba ver. Jamás lo permitiría. Ese temor le hacía encogerse y dejar de brillar, a pesar de que no había razones para que se sintiese así.
Tenía miedo de su libertad, de ser libre y sentirse libre. Sabía de la responsabilidad que ello conllevaba y aquello la paralizaba. Tenía tantas decisiones que tomar que se asfixiaba y parecía que dejaría de respirar. Sabía lo que tenía que hacer porque era una criatura muy inteligente pero no por ello se sentía segura.
Era una lástima porque aquel diamante que guardaba en su interior apenas se mostraba como una deslucida piedra de granito desde el exterior, desde los rincones apartados de mentes ajenas y ojos extraños, que sin embargo podían ver aquel corazón radiante que pugnaba contenido por ser liberado y poder mostrarse entonces tal y como era: irrepetible y excepcional.
Quién sabe, pero quizá una de las difíciles decisiones que debía tomar tomar era la de abandonar su pequeño refugio y atreverse a hacer un salto de fe, a mirar fuera de sí, a dejar su temor atrás y contemplar lo que le aguardaba, expectante...
En ocasiones es imposible saber qué nos deparará el siguiente minuto de vida que tendremos hasta el momento justo en el que nos alcanza. A veces hay que arriesgarse y dejar que sea ese minuto el que trace el camino a seguir.
Una cosa era clara: era joven y tenía toda una vida llena de sueños por cumplir. Tenía miedo y la vida en los labios.
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