jueves, 24 de abril de 2014

Gota a gota se hace (nace) el río

No me conoces.
No tengas miedo.

 Lo que ahora te inquieta en no mucho tiempo no será más que un borroso recuerdo. Desde donde yo te veo puedo sentir toda tu frustración; tus ansias de cambiar y de volar, de escribir con mano firme una historia que merezca la pena poder contar. Por eso debes ser paciente, ¡hasta las más grandes voluntades se han encontrado con férreas oposiciones, incluso de las débiles!

Debes dejar atrás todo lo que nubla tu mente y oscurece tu sonrisa. No mereces eso. No puedes merecerlo.

Vives en un mundo difícil, a menudo sordo a los gritos de socorro y de ayuda que nacen en lo más profundo de los corazones de sus habitantes. Es normal, por una parte, que te sientas solo, y muy extraño por otra, pues es un privilegio del que no todos pueden disfrutar. No sé si decirte que es un regalo; al menos considéralo como algo distintivo, que hace de ti alguien distinto y único.

En ocasiones te veo desde tan lejos que me entran unas ganas insoportables de acudir a ti y aliviar tu desconsuelo pero no puedo hacerlo. No debo.

He visto a más como tú: esos permanentes insatisfechos que caminan por la vida desesperados en pos de un sueño. Muy pocas veces, permíteme que te lo diga, les he visto alcanzarlo. No seas tan estúpido como para convertirte en uno de ellos. Sé valiente pero no temerario. Sé prudente pero no ingenuo. Sé... sé tú mismo.

¿Ves esa gota de lluvia que acaba de caerte en la mejilla? Esa gota de lluvia que es digna merecedora de una buena dosis de tu rabia y tu mal humor; que no tiene más culpa que la de hacerte sentir vivo. Sí, concéntrate en esa gota. Deja que te empape por dentro y te enseñe lo que es el momento, el aquí y el ahora, el instante en el que resbala y te produce un cosquilleo en la piel; el instante en el que deja un trecho húmedo; que se enfría al encontrarse con el viento... Da gracias a esa gota que se sacrifica desde el cielo para demostrarte que el presente es lo que tienes; lo único que tienes. Lo que más vale. Lo único que vale.

Ve ahora a casa y reflexiona. Reflexiona acerca de la gota y de cómo su contacto pereció ahora en el tiempo. Haz que ese momento quede grabado en tu memoria para que jamás olvides lo que te enseñó. Haz entonces de cada momento una gota de sabiduría en el camino del día a día.

Camina con confianza. Es todo lo que necesitas para que dentro de unos años, cuando se cierna sobre ti el atardecer; cuando te dispongas a poner el punto final de la última página de tu historia, puedas volver la cabeza atrás para contemplar el cauce de un río de aguas cristalinas y e infinitas gotas de lluvia que te lleva directo y sin pérdida hacia el mar.

Sonríe. Te lo habrás merecido.


No me busques, pues no me encontrarás nunca. Soy todo eso que tienes dentro; todo eso que siempre quisiste; todo eso que nunca tendrás. Todo lo que nunca serás.

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