martes, 21 de octubre de 2014

lunes, 13 de octubre de 2014

Una caja y un pasado

Creo que todos guardamos una pequeña cajita con las cosas que nunca dijimos, los sueños que nunca nos atrevimos a perseguir y la lista que recoge todas las veces que nos arrepentimos de hacer o no hacer algo.

La caja permanece siempre cerrada y la llevas contigo allá a donde vayas. Nunca te apetece abrirla porque tienes miedo de lo que guarda en su interior, a pesar de que todo te pertenece en mayor o menor medida.

Hay un punto, sin embargo, en el que por diversas circunstancias tocas fondo de alguna manera. Algo no encaja y desaparece el apoyo fundamental que te mantenía seguro, esa constante que siempre estuvo ahí y que te ayudó a caminar sin dudar. Es entonces cuando te tambaleas y las piernas te fallan por primera vez. Necesitas sentarte y descansar, y eso es lo que haces.

Comienzas a pensar en todo lo que te ha llevado hasta el instante en el que te encuentras. El futuro no parece prometedor; el pasado es apenas un jirón de niebla al que no puedes aferrarte y el presente no te proporciona nada para ayudar a ponerte en pie. En tu mochila no hay más que lo que llevas contigo mismo.

Pero, ¡espera! En la mochila sí que hay algo; hay una caja, una caja que nunca quisiste abrir... hasta ahora. Porque ahora ya no te importa nada, o al menos no te importa lo que pueda contener y no tienes miedo a lo que pueda despertar en ti, pues ¿acaso hay algo que merezca la pena despertar? Abres, por tanto, la caja y vas navegando por su interior descubriendo cosas que creías olvidadas o incluso enterradas en un lugar lejano por el paso del tiempo. Algunas de ellas no te causan emoción y apenas reparas en ellas; otras revuelven algo en tu interior. Te das cuenta de que hay tantas cosas que no querrías que estuviesen allí guardadas que te duele reconocer lo cobarde que has sido durante tanto tiempo...

Solo puedes aferrarte a ese jirón de niebla que tenías por pasado, haciendo recuento de días y noches que perdiste, momentos que estropeaste o que nunca llegaste a hacer reales, a personas que fueron una parte de ti y que dejaste atrás sin quererlo... Y sí, al final te ves a ti mismo echando de menos ese pasado que tuviste, lamentando haberlo dejado desaparecer para que se transformase en algo peor que un recuerdo; en algo que no fue digno de tener siquiera un lugar en tu corazón. El pasado se vuelve entonces real y vívido, una imagen que se proyecta ante tus ojos y te hace olvidar todo lo demás. Esa imagen te envuelve y se extiende a tu alrededor, ocupando todo el espacio que abarcan tus ojos y se transforma en un océano que te ahoga lentamente en mil emociones encontradas. En mitad de ese caos empiezas a tener miedo y sigues buscando algo que te ayude a salir de esa pesadilla, cuando te topas de frente con lo más inesperado, lo más sorprendente... Lo que más escondiste. Lo que más anhelaste.

Anhelo.

Recuerdas lo que anhelabas.

Anhelar es precisamente lo que trae consigo el recuerdo del pasado y te despierta y te lanza hacia arriba con una fuerza que te deja sin aliento. En un instante estás de vuelta en la superficie, de pie, con los ojos bien abiertos y el corazón saliéndose del pecho. Aunque no puedes evitar temblar, poco a poco te acostumbras a esa increíble sensación de vitalidad y miras a tu alrededor. Nada ha cambiado. Cierras los ojos. La cabeza te da vueltas. Miras dentro de ti. Algo ha cambiado. O todo quizá.

Hallas un nuevo punto de apoyo que no estaba antes, y comprendes. Recuperas la sensación de tener en tu interior esa constante que siempre estaba ahí y te empujaba a continuar. Ahora, sin embargo, esa constante tiene un significado completamente nuevo. La caja puede cerrarse ya.

¿Qué ha pasado?

Que has comprendido que las constantes no son algo que siempre están ahí, sino que son algo que siempre que están, lo están para no dejarte caer porque son fieles, fiables y seguras. No cambian. Esas constantes son las personas, aquellas que lo son a pesar del tiempo, el lugar y las circunstancias. Son las que descubres al abrir la caja las que más consiguen mantenerte vivo, pues son las que tú mismo alejaste de ti al comportarte como un estúpido, aún sabiendo que ellas jamás quisieron dejarte ir. Te sientes avergonzado, aceptas su apoyo y les recuerdas todo lo que significaron, que siempre significaron y nunca dejaron de hacerlo, para ti. Se lo merecen. Se lo debes.

Duele tanto recordar lo que dejaste escapar... Quizá no sea del todo tarde.

Las piernas te fallan de nuevo, pero ya no vas a caerte. No vas a caerte porque aprendiste a traer de vuelta del pasado el presente que siempre quisiste que fuese, en algún momento, parte de un futuro para compartir con quien más te importaba.




viernes, 10 de octubre de 2014

Cien razones más que hacen que merezca la pena vivir

101. Her, de Spike Jonze.


Tan real como la vida misma, y a la vez tan diferente.
102. Los paisajes de la Toscana.

103. Un directo de Vetusta Morla.

104. Esta canción, y todo lo que revuelve en mi interior:



105. La isla del tesoro, probablemente la mejor novela de aventuras que he leído nunca.

106. Una buena fideuá.

107. La voz de Eddie Vedder.

108. Este fragmento del poema Eloisa to Abelard de Alexander Pope:
How happy is the blameless vestal's lot!

The world forgetting, by the world forgot.

Eternal sunshine of the spotless mind!

Each pray'r accepted, and each wish resign'd.
109. El sentimiento de felicidad que te invade en Navidad cuando eres niño.

110. El otoño y la caída de las hojas que trae consigo.

111. Las camisas, las corbatas y los trajes.

112. Esta canción y este vídeo. La sensación de tener el tiempo en la mano y la vida en lo que dura un segundo. Ser como Ícaro pero no tan cerca del sol.



113. Un buen western. Pregunten por John Ford.

114. Disneyland. Porque allí cualquiera vuelve a ser un niño.

115. Gran Bretaña y sus paisajes, desde las colinas y bosques verdes del sur a las montañas, valles y lagos del norte.

116. El camino a Glendalough, donde tomé esta foto:


117. Las carrilleras con puré de patata de mi madre.

118. Los desayunos como Dios manda.

119. Esta cita de Gabriel García Márquez:
"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla."
120. La oda a la Tierra y a la vida que supone la Carta del Jefe Seattle al Presidente de los Estados Unidos, escrita allá por 1855.

121. Esta otra cita de Jorge Luis Borges


«Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso.»


122. El disco OK Computer de Radiohead.

123. Una palmera de chocolate del Royal.

124. Origen, de Christopher Nolan.

125. La enorme expresividad e intensidad de las películas de Steve McQueen. Sus planos eternos.

126. El tema principal de la banda sonora de Piratas del Caribe.

127. Michael Jordan.

128. Concierto para piano nº2 en do menor, op. 18, de Rachmaninov.

129. Las películas de Disney.

130. Esquiar.

131. 

132. El olor de la lavanda.

133. La sensación de quietud y calma en lo alto de una montaña.

134. Un helado de Regma. O un helado en Roma.

135. Johnny Cash.

136. Una mirada intensa, profunda, de esas que te desnudan por dentro.

137. Este lugar...


138. Un beso en el cuello.

139. El sonido de una guitarra eléctrica.

140. Este momento tan maravilloso de El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo. Gracias, Gandalf.


141. La cerveza, pero la buena.

142. La naranja mecánica, de Stanley Kubrick.

143. El arroz con leche.

144. Crónica de una muerte anunciada.

145. Londres.

146. Esta, una canción para besar a quien más quieres bajo la lluvia.


147. Crucify your mind, de Rodriguez.

148. Tom Sawyer, cuyas aventuras a orillas del Mississippi llenaron de color algunos días de mi infancia.

149. R.E.M.

150. Una ruta por las montañas, lejos del ruido y el ajetreo del mundo.

151. Los festivales de música, con su camping y sus días de libertad.

152. El cuaderno de Noah.

153. Johnny Depp como Jack Sparrow en Piratas del Caribe: la maldición de la Perla Negra.

154. El arrullo del mar. El sonido de las olas estrellándose contra un acantilado.

155. Miles Davis y su Kind of Blue. Para disfrutarlo lentamente y en el más absoluto silencio. Y en oscuridad.



156. Esta escena de Goodfellas. Los méritos para el gran Robert De Niro.


157. La tarta de la abuela.

158. Stairway to Heaven, de Led Zeppelin. Larga vida a Jimmy Page.

159. Este otro momento mágico con Gandalf como protagonista. Esa "gran campiña verde tendida ante un fugaz amanecer" es el destino final que quiero alcanzar en mi vida.


160. Breaking Bad.

161. Six Feet Under.

162. El aceite de oliva.

163. El olor del hogar.

164. El solo de John Frusciante en Dani California.

165. Have You Ever Seen The Rain?, de Creedence Clearwater Revival.

166. Un viaje en tren a través del campo.

167. Suiza. Un lugar donde no he estado pero donde quiero estar.

168. La Alhambra de Granada.

169. Los campos de Castilla. Los de Machado también.

170. La trilogía Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes de medianoche. La vida contada en tres películas.

171. Shakespeare. A destacar Hamlet.

172. Cambridge.

173. Esta imagen:


174. Hoppípolla, de Sigur Rós.

175. Muse

176. Este concierto. Y esta canción.


177. El disco Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band de The Beatles. Lo que es, lo que supuso, la música, la portada del CD... Todo.


178. Los macarrones de mi tía.

179. Un Mont Blanc del Arde París.

180. Los sobaos de Carral.

181. El Bierzo. En todas sus manifestaciones: orográficas, gastronómicas, poblacionales...

182. Aquella tarde en aquel lugar:


183. Un coche, una carretera perdida, música y un atardecer. Ah, y el viento en la cara y el volante en las manos.

184. La quietud de la noche.

185. La Biología, que es la madre de todo lo que fue, es y será. Porque más allá de ella no hay nada (o lo hay todo pero es aquello que no es nuestro para verlo y aprehenderlo).

186. El canto de los pájaros al amanecer.

187. El ruido de la lluvia en los cristales.

188. El frío del invierno, pero ese que se disfruta bajo un gorro, un abrigo y unos guantes bien calentitos.

189. Un voluntariado.

190. Unos ojos azules.

191. Boyhood.

192. Un paseo en bicicleta.

193. Una caricia en la espalda.

194. Fresas con nata.

195. El fuego. Su poder de atracción y su capacidad para embelesar.

196. Tener un sueño para tu vida.

197. Una voz que te ponga la piel de gallina y el corazón en la garganta.

198. Esta escena de True Detective y ese enorme "Light's winning":


199. Este poema:
200. Una mirada intensa y todo lo que sucede en ese eterno segundo que se extiende en el tiempo.

Reinventar(se) para mejorar(se)

Solía entristecerme con la llegada del frío. Decir adiós al sol y al calor me costaba mucho; más aún pensar en el inevitable encierro que al que exige el invierno. No podía evitar sentir que la vida comenzaba a atenuar su fuerza, a dejar de brillar tanto y a apagarse, en cierto modo. La sensación de ponerse más capas encima para combatir el día y la noche no dejaba lugar a la duda.

Esta vez es diferente. O soy yo el que es diferente, porque al fin y al cabo el final del verano y la llegada del otoño no es algo que esté sucediendo por primera vez. Ahora soy yo el que se adapta mejor al ciclo habitual. ¿Y por qué? Pues quizá porque ya no me apetece hacer las cosas como las hacía antes. No todas, al menos. Normalmente me hubiera gustado desafiar a la estación y vivir con un sol y un calor propios que estaban lejos de ser normales para la época en la que nos adentramos. No me fue mal, pero también aprendí a percatarme de que no es así como la vida traza el curso de sus propios acontecimientos.

Aquí estoy entonces, deseando sentir el frío en la cara y en las manos y la necesidad de cobijo en el corazón. Quiero un buen abrigo, unos guantes y una bufanda. No me apetece saltar ni gritar, ni siquiera interiormente, sino que me apetece vivir conforme a lo que toca en este instante. No es tiempo de hacer alardes innecesarios y absurdos sino de saber adaptarse y ser paciente.

Los cambios son necesarios; más aún si te ayudan a avanzar para dejar atrás algo que no aporta nada. El camino se extiende como siempre a mis pies y yo lo sigo, pero no intento ni por un instante alejarme de él ahora.

Deséame buena suerte.


jueves, 2 de octubre de 2014

Sobre el paraíso

No sé dónde está exactamente pero creo que este lugar se le pareció mucho aquella tarde...

En aquel momento me di cuenta de que era hora de comenzar a reinventarse, de dejar atrás lo que ya no pertenece al presente y aprender a buscar nuevos caminos y formas de encontrar aquello por lo que merece la pena despertarse cada mañana.
"La juventud es el paraíso de la vida, la alegría es la juventud eterna del espíritu."
Así será como haré de cada día un paraíso como el que visité aquella tarde.