martes, 28 de julio de 2015

Junto al camino, nunca digas "no puedo más y aquí me quedo"...

"No puedo hacer esto, Sam."

"Lo sé, ha sido un error, no deberíamos ni haber llegado hasta aquí, pero estamos aquí, igual que en las grandes historias, señor Frodo, las que realmente importan, llenas de oscuridad y de constantes peligros, esas de las que no quieres saber el final, porque... ¿cómo van a acabar bien? ¿Cómo volverá el mundo a ser lo que era después de tanta maldad como ha sufrido? Pero al final, todo es pasajero como esta sombra. Incluso la oscuridad se acaba para dar paso a un nuevo día. Y cuando el sol brilla, brilla más radiante aún, esas son las historias que llegan al corazón, porque tienen mucho sentido aún cuando eres demasiado pequeño para entenderlas. Pero creo, señor Frodo, que ya lo entiendo. Ahora lo entiendo. Los protagonistas de esas historias se rendirían si quisieran pero no lo hacen. Siguen adelante. Porque todos luchan por algo."


Lucha; lucha cada día por escribir una historia que merezca la pena contar.

lunes, 27 de julio de 2015

Las cosas buenas

El mundo es un lugar que a nuestros ojos se antoja inmenso, aunque en realidad es otra mota de polvo más en el imaginario infinito del Universo, pero eso es otro tema. Para lo que nos concierne a nosotros en nuestras cortas vidas llenas de importancia y significado, el mundo que nos acoge y rodea constituye en sí mismo un lugar de horizontes lo suficientemente lejanos como para brindarnos la posibilidad de encontrar siempre experiencias y personas nuevas de las que disfrutar.

En el mundo hay muchas, muchas personas, y en gran medida son ellas las que hacen de él un lugar diferente al que es por sí mismo, para lo bueno y para lo malo. Por desgracia, parece que casi todo lo que llega a nuestros ojos y oídos es algo negativo o que está impregnado de algo negativo. Sin querer, esa tónica reinante en nuestro mundo de cada día puede deslizarse casi imperceptiblemente a través de nosotros y acabar, al final, por empapar también nuestro interior y nuestra vida. Así es como nos contaminamos y sin querer dejamos de apreciar lo que de bueno y especial hay en lo que nos rodea.

A pesar de todo y por suerte, la realidad es muy distinta.

Cuando mantienes los ojos abiertos y la mente despierta, el mundo y las personas pueden sorprenderte casi a cada instante y es así como descubres que las cosas buenas existen y están ahí, esperando a que seas capaz de abrir los brazos y darles la bienvenida que merecen.

Y así conoces la solidaridad, la bondad, el altruismo, la paciencia, la sabiduría, la inteligencia, el cariño, la ternura... y su incalculable valor cuando, en diferentes proporciones e incluso en equilibrios caprichosos, se presentan reunidos en ciertas personas con las que tienes la suerte de encontrarte en el camino.

Cuando esto sucede dos son las cosas que no puedes dejar de hacer: camina atento para no perderte la oportunidad de disfrutar y aprender de ellas, y lo que es casi más importante, agradece a cada instante lo que te ofrecen y lo que de bueno hay en lo que te regalan; el bien que hacen en tu vida y lo esencial que es para ti que puedan darte tanto y en tal medida.

Demasiadas cosas son feas y malas en el mundo ya como para dejar pasar las buenas, las que importan de verdad, las auténticamente valiosas, las que marcan la diferencia.

Da las gracias por ser tan afortunado de poder disfrutar de las cosas buenas.

miércoles, 22 de julio de 2015

Sobre el tiempo


Todo comienza con una explosión repentina pero silenciosa. No hace ruido ni tampoco se hace notar. Al principio causa cierto desconcierto junto con un conjunto mucho más heterogéneo e indefinido de sentimientos encontrados; poco después todo se revuelve y parece incluso que el mundo se pone patas arriba. Todo da vueltas; todo gira muy rápido y da la falsa sensación de que está fuera de tu control, de que es algo irracional. En parte es así, pero dura sólo un breve instante.
A continuación, tras el caos inicial sobreviene un momento de calma casi abrumadora: el momento de la consciencia, de la consciencia racional que posibilita el encontrar el orden dentro de ese desorden que es a la vez inesperado y terriblemente necesitado.
Lo que al principio fue sorpresa evoluciona paulatinamente en una sensación colmada de sentido y significado. Agradeces que sea así, porque en el fondo es lo que siempre has anhelado: alcanzar ese estado.
La adaptación a la forma nueva de ser de las cosas conlleva abrazar una serie de condiciones y sensaciones nuevas que se van a convertir en habituales. Comienza una nueva etapa de normalidad, o como quiera llamarse eso. De la misma forma que te adaptas a esa normalidad adaptas tus exigencias, necesidades y deseos a ella para que crezcan y se hagan una unidad juntos.
Con el tiempo se establece un compromiso fiel entre el ser, el estar y el desear y gracias a eso alcanzas la estabilidad. Parece que es el final del viaje; el culmen perfecto para una búsqueda minuciosa y tremendamente trascendental que te deja, en el momento de su conclusión, en una posición casi inimaginable. Casi.
Pero, ¿qué sucede cuando, una vez alcanzado ese compromiso de estabilidad el tiempo transforma todo lo que una vez fue nuevo en una especie de tendencia monótona y continua que disfraza la realidad para hacerte creer que no todo es ahora tan nuevo, emocionante e ilusionante como una vez fue?
Cuando llega ese momento todo cambia, y no sólo por la situación en sí, sino también por ti mismo. Es en ese preciso instante donde reside el secreto que te permitirá desentrañar más o menos a conciencia el futuro. Si hubo algo que una vez te hizo feliz o te hizo sentir de algún modo especial, eso debe ser lo que prevalezca cuando todo cambie; cuando a pesar de la adaptación y del compromiso y la estabilidad, el perenne paso del tiempo intente instaurar su propio ritmo de normalidad. No dudes que intentará hacerlo.
¿Recuerdas todo aquello que fue nuevo, emocionante e ilusionante? No lo olvides. No lo olvides porque será lo único capaz de guiar tus pasos en la dirección correcta cuando llegue el día en que las certezas se tornen entonces incertidumbres. Ese día deberás recordar todo lo que merece la pena, lo que es diferente, irrepetible, especial. Habrás de hacer de esos adjetivos una marca inseparable que acompañe a todos los momentos que no quieres que se vayan, momentos a los que no quieres renunciar, momentos que no quieres cambiar.
Puede que todo se limite en realidad a un pequeño reducto de detalles y aspectos aparentemente insignificantes, pero es tal el efecto que ejercen sobre su pedazo particular de tu pequeño mundo que marcarán la única y verdadera diferencia entre lo que es tan sólo común y lo que es extraordinario.
Te mueves ahora en un terreno incierto y acaso resbaladizo, pero ten confianza y ten presente que si te guías por todo aquello que tu corazón ama, podrás encontrar en cada día del futuro que está aún por venir una razón preciosa por la que no dejar de soñar.

jueves, 2 de julio de 2015

Divergencia

Abrí la puerta del bar en el que me dijo que me esperaría y al instante me recibió, como una bofetada, una nube de humo denso que me golpeó sin piedad en los pulmones. Estaba convencido de que en aquel lugar estaba prohibido fumar, pero supuse que como en muchas otras situaciones, sólo era válido y aplicable el criterio del ojos que no ven, corazón que no siente. Lástima que en ese bar sí que hubiese un corazón que contradecía aquello, que sentía por él y por todos los demás en demasía y sin control a pesar de que los ojos que lo llevaban por el mundo hubiesen perdido hacía ya tiempo toda su luz.

Me acerqué lentamente abriendo una senda entre volutas de humo hasta el rincón esperado donde aguardaba una figura parcialmente oculta en la oscuridad y parcialmente iluminada por el único rayo de sol que se atrevía a internarse en aquel ambiente neblinoso y gris. Al percibir mi llegada la figura giró la cabeza y en ese instante alcancé a percibir, en toda su dimensión, la fuerza vital que había abandonado a aquel hombre que un día fue un canto a la vida hecho carne. Me dedicó una sonrisa fugaz que ahora, tiempo después, no sé si llegó a esbozar en realidad. Quizá fueran mis ganas de volver a ver aquella alegría radiante emanando de él lo que me llevó a verlo sonreír; o quizá, simplemente, fuese yo el que sonrió al verlo después de tanto tiempo.

Me senté frente a él y al instante una mano surgió a mi espalda y depositó en la mesa que nos separaba dos copas llenas con un líquido transparente, hielo y una piel de lima. Me resultó grato comprobar que a pesar de lo convencional de sus gustos, mundanos y simples como los de todos, siempre trataba de aportar y mantener ese toque distintivo y elegante que los dotaba de un sentido y un significado especial, asumido como normal en él pero que constituiría un acto de pretenciosidad y arrogancia en cualquier otro, pues era algo acorde a lo que él era y a cómo era. No había perdido eso, y me alegré por ello.

Habiendo brindado en un cómodo y completo silencio, no sólo por su opacidad, quiero decir, sino por lo necesario que resultó, nos miramos a los ojos y en ese momento cerré los míos e incliné la cabeza para mostrarle que estaba preparado y más que dispuesto para comenzar a escucharlo. Alejé de mi mente todo lo que hasta entonces me había importado y la convertí en un libro en blanco. A mis oídos dejó de llegar ruido alguno, como si de repente el humo del bar se hubiese convertido en plomo para aislarnos del mundo.

Volvimos a mirarnos y bebimos un poco más, a tragos cortos, casi nerviosos, el gin tonic que compartíamos y poco después mi compañero posó la copa sobre la mesa, quedando los dedos de su mano izquierda jugueteando con el pie del cristal. Alzó por última vez la mirada y el reflejo del sol en sus ojos arrancó un auténtico chispazo de aquella, su felicidad perdida. Se mordió el labio inferior, quizá en un intento inconsciente de apiadarse de mí, o tal vez de él mismo, y pronunció una sola palabra:

- Imagina...

Imaginé lo que representaron muchos días de una soledad y vacuidad significativa y casi incomprensible, caminos que se pisaron para llegar a ningún sitio e instantes que, aun siendo parte constituyente de un presente de valor incalculable, carecieron del sentido que naturalmente debieron poseer y quedaron relegados a un lugar en el pasado que cada vez será más difícil recordar.

Imaginé lo que supuso escribir una historia en comunión con la única compañía del pensamiento propio, en la que las fronteras y los horizontes se trazaron tan lejanas como se deseó en cada momento y donde los muros que se alzaron fueron únicamente construidos para protegerla de una amenaza fantasma oculta en el exterior. Fueron tantos los días que sirvieron de inspiración para escribir esa historia que, con el tiempo, fue ganando en profundidad, en complejidad y en valor. Fue así como esa historia se convirtió en una guía de viaje, en un mapa y en una brújula que orientaron los pasos de una vida en la búsqueda de su más preciado ideal.

Imaginé también lo que fue construir castillos en el aire, lo fácil que resultó hacerlo y el golpe que supuso verlos caer. Sufrí al imaginarlo y lloré al imaginarlo; pero al mismo tiempo todo mi ser quiso gritar de alegría y felicidad al poder ser capaz de imaginar y soñar hasta tal punto, sin límite y colmado por una ilusión que nunca antes había sentido en mi interior.

Imaginé entregarme con devoción a un sentimiento, condicionando toda mi existencia a él, entregándome a él, viviendo por él. Imaginé cómo me comprometía con la vida, con lo que es y lo que significa, abrazando a la intensidad como adalid de mi modus vivendi particular y afrontando cada día como si fuese el único que quedase sobre la faz de la Tierra para mí.

Imaginé mil días de felicidad y otros mil de tristeza. Imaginé días azules y días grises; días de sol y de nubes; días de alegría y días de melancolía. Imaginé una vida, su principio y su final, y también la senda tendida entre ese principio y ese final.

Lo imaginé todo y fue maravilloso. Fue maravilloso imaginar.


Tras el último trago que vació la copa, el tiempo y el espacio parecieron volver a adueñarse del mundo, y volví a tomar conciencia de dónde me encontraba. Mi compañero se aclaró la garganta y me dijo en apenas un susurro:

- Ahora, vive.

Y entonces la realidad me golpeó sin remedio y sin control. Me quedé sin aliento y un agujero comenzó a abrirse en mi pecho, amenazando con succionar todo lo que había dentro de mí. Parecía que la estrella que hasta un instante antes habia tenido delante había explotado en apenas un segundo para dar paso al vacío más negro y opresivo imaginable. Me sentí morir.

Al vivir me di cuenta de que aquella historia estaba escrita por una sola persona, una sola mente, una sola voluntad, un solo pensamiento, una sola soledad y una sola felicidad. Nada había en ella que dejase lugar para dos y la vida, al fin y al cabo, era justamente eso, una historia escrita para ser protagonizada por alguien más que únicamente tú.

Al vivir comprendí por qué mi compañero había sufrido tanto y había perdido tanto. Sentí una pena infinita por él, casi con la misma intensidad con la que él había imaginado y soñado, casi con la misma con la que me había hecho imaginar a mí. Comprendí todo lo que había perdido y por qué lo había perdido.

Fue una décima de segundo lo que nos miramos después de aquello, pero sólo en esa fracción fugaz e infinita de tiempo fui auténtica y completamente consciente de que quiso tanto y hasta tal punto que olvidó hacer de sus ilusiones y sus sueños caminos que le permitiesen alcanzar un destino común, común a otras ilusiones y otros sueños, un destino que pudiese ser compartido.

Fue tan intenso y tan profundo su deseo de soñar que escribió una historia de horizontes inalcanzables, llena de caminos que no pudieron sino ser divergentes de todos los demás.