domingo, 28 de febrero de 2016

Give me shelter

Te pido un favor: haz que suene esta canción de aquí, déjala sonar y, después, sigue leyendo.


Vas a leer esto y, al concluir, vas a cerrar los ojos mientras la música se cuela en tus oídos y alcanza hasta el rincón más lejano de tu mente, ese lugar tan maravilloso lleno de ideas y sueños alucinantes donde todo es hermoso y emocionante. Mientras eso ocurre, vas a sentir la lluvia que cae del cielo afuera en la calle, tras los cristales. Vas a oír el repiqueteo de las gotas contra el vidrio y el susurro del viento que las hace bajar desde lo alto. Vas a notar el mullido sofá en el que estás sentado. Vas a rozar con las yemas de los dedos el tacto suave y sedoso de la manta que cubre tu cuerpo. Vas a sentir el calor y la calidez de ese momento. Vas a respirar profundamente, dejando caer la cabeza hacia atrás. Suspirarás.

Y, por encima de todo, sonreirás al descubrirte en un lugar seguro; en un refugio perfecto.

En un refugio donde sólo hay sosiego. Silencio. Paz.

Ahora, cierra los ojos... y déjate llevar.

sábado, 6 de febrero de 2016

Gracias por escuchar

Penumbra, luces tenues, silencio.

Un huracán en la cabeza; frío en las manos y calor en el corazón. Todo es un caos relativo, pero de repente la música empieza a sonar. De la semioscuridad nace una voz acompañada de los acordes de una canción.

Y entonces, buscas apoyo porque te derrites por dentro y por fuera, como una tableta del mejor chocolate del mundo. No lo puedes evitar.

Te acomodas hasta encontrar el mejor rincón, el refugio en el cual quieres quedarte. Te dejas llevar y te limitas a escuchar. A escuchar con los oídos y con el corazón.

Esbozas una sonrisa con los labios. Tus ojos brillan y los notas temblar. Suspiras.

Te abandonas al dulce vaivén de la música y al reconfortante olor de la calma y la paz. El compás se acelera pero tú estás sorprendentemente tranquilo.

La tormenta amaina; ya no hay ruido, el mar está en calma y tú, al fin, dejas de pensar. Todo está en su lugar.

Qué maravilloso es limitarse a estar, sin más. Sin más ni menos.

Limitarse a escuchar, perderse en un momento y un lugar que jamás querrías abandonar.