lunes, 7 de marzo de 2016

365.

«En los mismos ríos entramos y no entramos, [pues] somos y no somos [los mismos]».
Heráclito

Todo cambia, por suerte y por desgracia. Conforme todo a nuestro alrededor se transforma, nosotros lo hacemos también. A veces para mejor; otras para peor, pero siempre de acuerdo a la propia naturaleza del tiempo y de las cosas. No obstante, el cambio es la fuerza impulsora que nos abre las puertas hacia la consecución de nuestros más ansiados sueños.

Cada año es un ciclo que, al concluir, nos enfrenta a nosotros mismos y nos obliga a contemplar todo cuanto tenemos en ese instante: nuestra realidad. Y entonces hacemos balance, e intentamos volver la vista atrás para recordar dónde estábamos la última vez que nos encontramos en esa posición privilegiada.

Es en ese preciso momento, al percatarte de todos los cambios acontecidos desde la última vez, cuando descubres algo que permanece protegido de ese proceso insalvable de metamorfosis del que nada ni nadie puede escapar. A pesar del cambio se mantiene joven en su espíritu y radiante en su corazón. Es diferente, por supuesto, pero en el fondo sigue siendo idéntico al que era antes.

Pocas cosas resultan tan gratificantes como reencontrarse en el camino.

A pesar del cambio.

A pesar de la vida.

Sentir que vuelves a empezar; que retornas al punto cero.

Volver a verte donde te viste, volver a querer lo que quisiste.

Seguir siendo tú mismo.

Volver...



No hay comentarios:

Publicar un comentario