La última vez que me despedí de ti, septiembre, creía que lo que el futuro me reservaba era recuperar aquello que entonces me tocaba dejar atrás. Lo material y lo inmaterial, el tejido de mi existencia y el sustento de mi felicidad.
Mientras me alejaba, el reflejo se iba empequeñeciendo en el espejo a un ritmo dolorosamente vertiginoso. Se me hacía un nudo en la garganta al verlo desaparecer tras girar despacio hacia la calle principal, fuera y lejos de aquel lugar donde con el paso del tiempo hallé sentido, propósito y me encontré a mí mismo.
Te pedí que me despertases, septiembre, cuando te fueses; cuando finalmente, reunidos de nuevo, estuviésemos preparados para ir al encuentro de nuestro destino.
Poco o nada sabía entonces; mucho menos era capaz de imaginar que precisamente, en aquel caprichoso segundo de aquella lejana tarde, conforme la distancia se incrementaba, me hallaba lo más cerca que iba a estar jamás, y desde ese fugaz instante, de conseguir hacer realidad la promesa que te rogué mantuvieses viva por mí.
Volviste a verme, septiembre, pero era demasiado tarde. Hacía ya mucho que me había despertado sin ti, sin rastro de ti y con todos los pedazos de mis sueños esparcidos por el suelo de mi habitación...
Te despides de nuevo, pero ahora dejándome sin nada que recuperar, sin un reflejo que contemplar y con una única premisa certera: volverás, como siempre haces, y yo habré de estar esperándote. ¿Cómo? No lo sé, pues sólo siento que ya no podré confiar en ti como un día lo hice.
As my memory restsBut never forgets what I lostWake me up when...
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