Los grandes momentos y las grandes historias nacen de pequeñas cosas, de pequeños detalles que como las gotas de agua del mar o los granos de arena de una playa se unen para construir algo inmenso y maravilloso.
Las cosas más extraordinarias siempre proceden de las más inesperadas, ¿no crees? Mira, por ejemplo, cómo hasta el más frondoso y majestuoso árbol del bosque un día no fue más que una indefensa y pequeña semilla que se atrevió a soñar con alcanzar el cielo... Tan sólo necesitó de un suelo fuerte y estable y una tierra rica donde crecer para comenzar su ascenso imparable hacia el sol.
El frío, el viento y hasta el agua y las tormentas intentaron derribar a aquel árbol que una vez fue semilla, pero era tal la firmeza de sus raíces y la fortaleza de su tronco que no vaciló al desafiar impávido a todo aquello que alguna vez amenazó con hacerlo caer.
Era tan fuerte su ilusión y tan auténtica su voluntad que la vida merecía que aquel árbol no muriese jamás.
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