Monta en un autobús.
Camina.
Súbete a un avión.
Viaja.
Visita lugares en los que nunca has estado, lugares en los que querrías estar, lugares en los que querrías perderte, lugares que consigan hacerte contener la respiración, mirar al cielo, sonreír y emocionarte.
¿Por qué has de viajar?
Por dos razones. Debes viajar para romperte. Hacer de ti cien, o mil, o un millón de pedazos y dejar uno en cada rincón al que vayas, pues ello significará que estuviste allí, que abriste una suerte de paréntesis en el espacio y el tiempo de todos los días para marcharte, cerca o lejos, para conocer otros pueblos, otras ciudades, con los pies ligeros y los ojos bien abiertos. Recorrerás calles, plazas, parques, puentes, bosques, montañas y un sinfín de lugares maravillosos de los que te enamorarás, y no podrás evitar dejar atrás uno de esos pedacitos para que quede constancia, de alguna manera, de que fuiste feliz allí.
Quién sabe si, algún día, quizá decidas volver a alguno de esos lugares para recordar, para recuperar esa parte de ti abandonada en el pasado. Volver para sentir lo que sentiste; volver para emocionarte como te emocionaste. Volver para ser libre otra vez; para ser joven de nuevo. Volver para mirarte desde la prudente distancia que confiere la experiencia y la madurez y sonreír al reconocer en ti al que fuiste antes. Al que siempre has sido.
Debes viajar, también, para convertir cada lugar de este maravilloso mundo en una fotografía que incorporar a tu álbum particular. Sólo así podrás construir una colección de recuerdos digna de ser preservada en la memoria y mostrada a todo aquel que tenga los oídos dispuestos para escucharte.
Pero no sólo debes viajar para recordar. Debes viajar para nutrirte, para tomar de cada tierra por la que camines aquello que te haga más sabio, más inteligente, más feliz, más solidario, más... humano.
Viaja para crecer y ser más rico.
Viaja para soñar.
Viaja para descubrir.
Viaja para perderte.
Viaja para encontrarte.
Viaja para llorar, para reír, para ser feliz.
Viaja para vivir.
Viaja para hacer de la vida una historia que merezca la pena contar.
Pero, por encima de todo, viaja para hacer de tu vida y tu historia un relato que puedas compartir. Para ello necesitas algo esencial, imprescindible, radical: un compañero de viaje. O varios.
La maleta que lleves contigo y lo que porte en su interior es y será siempre secundario. Tu única y exclusiva preocupación deberá ser la de viajar con las personas adecuadas, pues serán ellas, y sólo ellas, las que marquen la diferencia; las que consigan transformar lo cotidiano en algo extraordinario.
Y eso, por extraño que parezca, es a la vez muy fácil y muy difícil de conseguir.
Es fácil porque los requisitos a cumplir no son demasiado exigentes, pero conseguir que todos, o unos cuantos, o sólo unos pocos tengan la suerte de reunirse en ti y en tus compañeros de viaje es caprichosamente complicado.
Asegúrate, de verdad, de llevar contigo cosas así:
¿Y por qué?
Porque necesitarás reírte, necesitarás hacer el tonto, hacerte pasar por local o por un viajero venido de muy lejos; necesitarás un guía, una cámara de fotos y una mano que la maneje; necesitarás bailar, saltar, correr, gritar como si sólo importase el instante presente; necesitarás vitalidad, energía, alegría, optimismo, solidaridad. Necesitarás a alguien a quien puedas llamar amigo para caminar juntos, para tropezar, para levantaros y apoyaros el uno en el otro cuando las fuerzas y las piernas fallen.
Pero, sobre todo, para vivir juntos.
Viaja. Viájalo todo. Viaja todo lo que puedas y viaja con quien de verdad merece la pena.
Sé libre.
Sé joven.
Sonríe al despertar y con la caída del sol.
Emociónate con los reflejos del sol arrancados en el agua de un estanque, con la sombra proyectada sobre el muro de una imponente catedral, con los colores de un parque al atardecer y con el brillo solitario de la luna y las estrellas en una noche sin nubes en el cielo.
Viaja y deja una parte de ti allá a donde vayas. Viaja y trae contigo un recuerdo de cada lugar por el que camines. Graba cada instante en la retina o en la memoria de una cámara.
Viaja para vivir.
Vive cada momento con intensidad.
Conviértelo en especial.
Y recuérdalo.
Haz del camino un lugar que nunca jamás quieras abandonar... y compártelo con quien de verdad merezca la pena.
Y no olvides que el destino de todo viaje es, precisamente, el camino.
29/03 - 03/04
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