lunes, 25 de noviembre de 2013

La marioneta de trapo

Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.

Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.

Dormiría poco y soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.

Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen, escucharía mientras los demás hablan, y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate...

Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando al descubierto no solamente mi cuerpo sino mi alma.

Dios mío, si yo tuviera un corazón...

Escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción de Serrat sería la serenata que ofrecería a la luna.

Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos...
Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida...

No dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer de que ella es mi favorita y viviría enamorado del amor.

A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.

A un niño le daría alas, pero dejaría que el solo aprendiese a volar. A los viejos, a mis viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.

Tantas cosas he aprendido de ustedes los hombres...

He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.

He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su puño por vez primera el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre.

He aprendido que un hombre únicamente tiene derecho de mirar a otro hombre hacia abajo, cuando ha de ayudarlo a levantarse.

Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero finalmente de mucho no habrán de servir porque cuando me guarden dentro de esta maleta, infelizmente me estaré muriendo...

martes, 19 de noviembre de 2013

Truth be told



“I just want you to know that you’re very special… 
and the only reason I’m telling you is that I don’t know if anyone else ever has”.





domingo, 17 de noviembre de 2013

La barca

Era una pequeña barca de madera que había visto tiempos mejores. El paso del tiempo y las numerosas batallas libradas habían desgastado su intenso color azul, dejándolo ahora como un pálido reflejo de lo que había sido antaño. La madera estaba agrietada en algunas zonas; rayada en multitud de lugares y había perdido ese tacto pulido del que solía presumir.

Cargaba sin embargo con infinitud de experiencias que la habían hecho más fuerte, más sabia y también más sensata. No encaraba las olas como antes; no deseaba tanto sentir que casi podía despegarse del agua y volar; no tenía prisa ya. No era necesario.

Tras tantos días y noches deslizándose sobre el mar sabía cómo viajar segura y cómo hacer que aquellos que estuviesen a su cuidado pudiesen sentirse a salvo, pues las profundidades eran a la vez un amigo y un enemigo del que osaba ser excesivamente curioso.

Aquella tarde recibió la visita de un viajero excepcionalmente extraño. Llevaba consigo una pequeña mochila de cuero como única pertenencia, pero a pesar de la desprotección a la que estaba expuesto, parecía curiosamente tranquilo. Empujó levemente la barca azul hasta que topó con las primeras olas que rompían en la costa y subió a bordo. Tomó un remo y con apenas unas paladas se alejó de la arena y se abandonó en la inmensidad del mar. Arrojó el remo al agua y se recostó en la proa de la embarcación. La barca se sorprendió por la locura que acababa de cometer aquel hombre, pero había visto tantas cosas que no lo mencionó.

Entonces el hombre hizo algo muy curioso. Extrajo de la mochila un papel y un lápiz y comenzó a dibujar en silencio. La tarde dejaba paso a la noche y el sol se disponía a esconderse bajo el mar. Apenas tenía luz aquel hombre para dibujar, pero en realidad no la necesitaba pues cada línea estaba grabada en su interior y en ese lugar no se necesitaba la luz para ver.

La barca se sorprendió cuando descubrió que el hombre la había dibujado a ella y a sí mismo, en aquel momento, en aquel lugar. Nunca jamás se había sentido importante para nadie; nunca ningún viajero la había considerado algo más que un medio para alcanzar el lugar donde quería llegar. Aquél era un hombre diferente.

El viajero sacó las manos por fuera de la barca y las sumergió en el agua, dejando que el mar las meciese suavemente conforme la barca se deslizaba sobre el azul. La noche se hacía dueña del mundo y las estrellas se encendieron para tomar posesión del cielo.

Tú y yo hemos vivido demasiado ya. Llevas mil recuerdos contigo; yo cargo con otros mil. No soporto ni uno más; tú tampoco. Alejémonos para siempre; alcancemos el otro lado del mar. Perdámonos.

¿Por qué no? Aquel hombre le transmitía una paz que hacía tiempo que había perdido; la calma que necesitaba para sentirse libre. Así fue como la barca y el hombre que viajaba en ella se dejaron ir lentamente, hacia donde nadie sabe, unidos en busca del último de los recuerdos que nunca nadie recordaría.

Sólo quedó de ellos una hoja de papel que naufragó hasta que un día alcanzó una playa...




sábado, 16 de noviembre de 2013

Eterno resplandor de una mente inmaculada

¿Qué somos, más que extraños unidos en un momento azaroso que conforme transcurra el tiempo no será más que un recuerdo?

El presente es lo único que tenemos, ¿no es eso cierto? El recuerdo es parte del pasado, ese tiempo inaccesible que poco a poco horada los pozos de la memoria y lo sume todo inevitablemente en el olvido. El futuro es ese pedazo de incertidumbre que camina siempre un paso por delante del nuestro; es la continuación del ahora y la inseguridad que se tiene en la seguridad del presente. ¿Qué sentido tiene vivir y olvidar, recorrer un camino como si no fuese más que uno de muchos, cuyo trayecto no rememorarás, del que no recordarás lo que le hace especial?

Si del presente vives, del pasado echas de menos y del futuro sueñas, mas si el sueño y la añoranza se hacen un hueco para vivir en el presente, ¿qué es el presente sino la perfecta descripción del caos?
Aprender a vivir se convierte entonces en un arte que es imposible dominar. ¿Pero puedes convertirte quizá en un maestro? Y yo qué sé... Sólo soy un humilde aprendiz.

El presente es como un puzzle compuesto por multitud de piezas que obcecadamente intentamos colocar en su (aparente) lugar correcto, descansando así la voz de la conciencia, creyendo que si todo está en su sitio, el orden es suficiente para garantizar nuestra tranquilidad.

Hay un problema en este sencillo planteamiento: un puzzle convencional no corre el riesgo de deshacerse pieza a pieza si alguna de ellas no encaja. Simplemente espera pacientemente a que coloquemos la que corresponde en el lugar que le corresponde. Es tan sencillo...
Con la vida eso no vale. El puzzle puede tener miles de piezas perfectamente distribuidas conformando un bonito retablo de colores, pero si una de ellas, sólo una, falla, todo se desmoronará. Y no se puede hacer nada para evitarlo.

Vivir es complicado. O al menos vivir bien, claro está, siendo consecuente con lo que uno es y piensa. El edificio del presente se construye día a día y te prepara para enfrentarte al futuro mientras te enseña los defectos que se cometieron en el pasado para que sean subsanados. Es una máquina perfecta. No, espera, eso no es cierto. No es cierto porque no todos los engranajes encajan y funcionan con perfección. ¡Eso no existe! Y nadie puede negar esto.
Y aún es menos perfecta porque no todos los engranajes, las piezas, son igual de importantes. Hay algunos(as) que se reservan un lugar privilegiado para desempeñar una función privilegiada, la que sustenta todo lo demás, la que sirve de piedra angular para el edificio. La que nos mueve a cada instante. La que se esconde en el núcleo de todo, profundamente enraizada en nuestro interior.

Esta máquina nos habla y se hace humana en los oscuros rincones de la mente, ese paraje inhóspito plagado de misterios y mitos, vasto como ninguno y difícil de explorar, sobre todo porque en la mente habita la ilusión, y como su propio nombre nos hace suponer, no es el guía ideal para acompañarnos en un lugar desconocido. Todo es posible en el territorio de la mente.

Intentaba decir únicamente, aunque sea difícil de creer, que el edificio de mi vida tiene una piedra angular que es más valiosa que un diamante y más frágil que él. El riesgo que corro es ostensible, pero yo me lo he buscado. Yo me lo guiso y yo me lo como, que dirían por ahí.

Me hago una pregunta que, creo, lleva consigo implícita la respuesta que mejor encaja en la ecuación irresoluble de la vida: si el orden del presente se desordena cuando se cuelan en él las ganas de echar de menos y de soñar a partes iguales, ¿no sería preferible pensar menos, tener más espacio para descubrir el mundo de la mente; en definitiva, liberar ese mundo interior plagado de recuerdos y de sueños?

No lo sé. Y como no tengo ni idea de cómo responder a éso, me limito a vivir el presente con mi edificio aparentemente robusto y débil en realidad; con las armas artimañas que he ido recogiendo por el camino y con los fantasmas que se arrastran encadenados a mí. Es lo que hay.

Por ahora...



And one day we will die
And our ashes will fly from the aeroplane over the sea
But for now we are young
Let us lay in the sun 
And count every beautiful thing we can see
Love to be 
In the arms of all I'm keeping here with me


martes, 12 de noviembre de 2013

You wanna make a memory?

Era un parque en invierno. Era una tarde, o una noche quizá, ya no recuerdo, cuando estaba paseando entre los árboles arrastrando los pies sobre el frío suelo de piedra, y con los pies las hojas, rompiendo el silencio y la quietud reinantes.

En medio del ruido y de la calma se oyó una risa, en un segundo, dulce, melodiosa. Cálida. Confortable como el abrigo del fuego y reparadora como la luz del sol después de la lluvia.

Perseguí el eco de aquel canto y fui a dar a un pequeño muro que apenas levantaba del suelo. En su extremo había una farola y bajo su amarillo protector había dos personas.
Sin quererlo y sin pensarlo me quedé allí plantado, ensimismado, cautivado por la sencillez y la magia, o eso me pareció, de aquel momento. En un instante la noche se desdibujó ante mis ojos y no pude evitar contemplar la escena desde un lugar muy lejano.

Recordé lo que había olvidado y con el aire fresco y la oscuridad vinieron los recuerdos, esbozados en mi mente como volutas de vaho exhaladas tras un profundo suspiro.

Recordé entonces las tardes y las noches; los parques, los muros y las farolas; los bancos, los árboles, los paseos... Paladeé el sabor de lo que antaño adoraba; el olor de la más bonita de las historias; sentí el calor de la compañía más deseada; la voz de la memoria, los juegos de la ilusión y los abrazos fundidos durante largo tiempo perdidos.

¿Qué quedaba ahora de aquello más que el recuerdo? Y ni siquiera eso, pues conforme pasaban los días más pequeño se hacía tal recuerdo.

Abrí los ojos al mundo de nuevo y descubrí que me había quedado solo. No había luz, ni compañía, ni recuerdo. Era demasiado tarde. Estábamos en aquel parque mi sombra y yo; una lágrima perdida y yo, congelados en mitad de la noche, ¿sorprendidos quizá por el invierno?

La añoranza guió mis pasos de vuelta hacia el lugar donde el tesoro que una vez poseí se perdió allí donde habita el olvido.

¿Volvería algún día a recuperarlo?

domingo, 10 de noviembre de 2013

Mil (1000)


"A veces por muy alto que pongas la música sólo puedes oírte a ti mismo".



Dos extraños.

Se detiene y observa con deleite la figura que se alza frente a él a cierta distancia.

La sensación de vértigo se apodera de su cabeza. Cierra los ojos y se muerde el labio inferior. Tiembla.

Tantas cosas por decir, tanto por querer expresar; tan poca idea de por dónde comenzar.

Un torrente de emociones que sacuden el mundo frágil del interior.

Percepción afinada para captar cada detalle; cada rasgo infinitesimal que hace de las líneas y las texturas y los colores una bella obra de arte.

Tanto es lo desconocido y lo incierto que da miedo atreverse a descubrir la verdad.

Ver lo que se quiere ver; pensar lo que no se quiere pensar. Volar y ahogarse a orillas del mar.

Entonar un acorde que refleja la armonía del mundo, la perfección pura de la realidad.

Sentir la presencia de ese cristal que se impone ante cualquier posibilidad de realizar lo impensable.

Querer gritar, llorar y saltar, todo a la vez. Romper el cielo y pisarlo hasta hacerlo desaparecer. Arrancar la tierra y secar el mar. Cubrir el sol con un manto de oscuridad.

Un ruido de fondo que es una constante en los días y las noches. Una fuerza impulsora; una potencia motriz.

Una conexión con la felicidad. La belleza del mundo.

Una noche fría. Luces de ciudad. Calles que se rinden a sus caminantes.

Una idea infantil, traviesa, (casi) estúpida.

Buscar la verdad a través de la simplicidad. De lo sencillo y lo auténtico. Lo que habita en el núcleo e irradia la superficie.

Mil razones para escribir; una sola para hacerlo.

Antes del amanecer...