sábado, 16 de noviembre de 2013

Eterno resplandor de una mente inmaculada

¿Qué somos, más que extraños unidos en un momento azaroso que conforme transcurra el tiempo no será más que un recuerdo?

El presente es lo único que tenemos, ¿no es eso cierto? El recuerdo es parte del pasado, ese tiempo inaccesible que poco a poco horada los pozos de la memoria y lo sume todo inevitablemente en el olvido. El futuro es ese pedazo de incertidumbre que camina siempre un paso por delante del nuestro; es la continuación del ahora y la inseguridad que se tiene en la seguridad del presente. ¿Qué sentido tiene vivir y olvidar, recorrer un camino como si no fuese más que uno de muchos, cuyo trayecto no rememorarás, del que no recordarás lo que le hace especial?

Si del presente vives, del pasado echas de menos y del futuro sueñas, mas si el sueño y la añoranza se hacen un hueco para vivir en el presente, ¿qué es el presente sino la perfecta descripción del caos?
Aprender a vivir se convierte entonces en un arte que es imposible dominar. ¿Pero puedes convertirte quizá en un maestro? Y yo qué sé... Sólo soy un humilde aprendiz.

El presente es como un puzzle compuesto por multitud de piezas que obcecadamente intentamos colocar en su (aparente) lugar correcto, descansando así la voz de la conciencia, creyendo que si todo está en su sitio, el orden es suficiente para garantizar nuestra tranquilidad.

Hay un problema en este sencillo planteamiento: un puzzle convencional no corre el riesgo de deshacerse pieza a pieza si alguna de ellas no encaja. Simplemente espera pacientemente a que coloquemos la que corresponde en el lugar que le corresponde. Es tan sencillo...
Con la vida eso no vale. El puzzle puede tener miles de piezas perfectamente distribuidas conformando un bonito retablo de colores, pero si una de ellas, sólo una, falla, todo se desmoronará. Y no se puede hacer nada para evitarlo.

Vivir es complicado. O al menos vivir bien, claro está, siendo consecuente con lo que uno es y piensa. El edificio del presente se construye día a día y te prepara para enfrentarte al futuro mientras te enseña los defectos que se cometieron en el pasado para que sean subsanados. Es una máquina perfecta. No, espera, eso no es cierto. No es cierto porque no todos los engranajes encajan y funcionan con perfección. ¡Eso no existe! Y nadie puede negar esto.
Y aún es menos perfecta porque no todos los engranajes, las piezas, son igual de importantes. Hay algunos(as) que se reservan un lugar privilegiado para desempeñar una función privilegiada, la que sustenta todo lo demás, la que sirve de piedra angular para el edificio. La que nos mueve a cada instante. La que se esconde en el núcleo de todo, profundamente enraizada en nuestro interior.

Esta máquina nos habla y se hace humana en los oscuros rincones de la mente, ese paraje inhóspito plagado de misterios y mitos, vasto como ninguno y difícil de explorar, sobre todo porque en la mente habita la ilusión, y como su propio nombre nos hace suponer, no es el guía ideal para acompañarnos en un lugar desconocido. Todo es posible en el territorio de la mente.

Intentaba decir únicamente, aunque sea difícil de creer, que el edificio de mi vida tiene una piedra angular que es más valiosa que un diamante y más frágil que él. El riesgo que corro es ostensible, pero yo me lo he buscado. Yo me lo guiso y yo me lo como, que dirían por ahí.

Me hago una pregunta que, creo, lleva consigo implícita la respuesta que mejor encaja en la ecuación irresoluble de la vida: si el orden del presente se desordena cuando se cuelan en él las ganas de echar de menos y de soñar a partes iguales, ¿no sería preferible pensar menos, tener más espacio para descubrir el mundo de la mente; en definitiva, liberar ese mundo interior plagado de recuerdos y de sueños?

No lo sé. Y como no tengo ni idea de cómo responder a éso, me limito a vivir el presente con mi edificio aparentemente robusto y débil en realidad; con las armas artimañas que he ido recogiendo por el camino y con los fantasmas que se arrastran encadenados a mí. Es lo que hay.

Por ahora...



And one day we will die
And our ashes will fly from the aeroplane over the sea
But for now we are young
Let us lay in the sun 
And count every beautiful thing we can see
Love to be 
In the arms of all I'm keeping here with me


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