miércoles, 31 de diciembre de 2014

«Forsan et haec olim meminisse iuvabit», o los sonidos de un año. Epílogo del 2014.

¿Qué es un año? ¿Qué representa en la vida que uno se vaya y otro lo suceda? En realidad, nada, pues la mochila que cargas cada día no la abandonas hoy, sino que permanece en tu espalda para afrontar el día de mañana.



Aun así, está bien hacer de la vida un ciclo que de alguna manera te enfrenta a ti mismo año tras año. Entre otros, el día de hoy parece que te obliga a hacer balance de todo lo sucedido durante los 364 anteriores, a pararte un segundo frente a tu propio reflejo y a decirte: ¿dónde estamos y a dónde vamos?


¿Y qué ves ante el espejo? Seguro que en algo has cambiado, por suerte y por desgracia. Para bien o para mal, eres diferente a lo que eras justo hoy hace un año. Lo importante es: ¿eres mejor? ¿Te sientes feliz al hacer ese viaje introspectivo donde contemplas todo lo que se ve de ti y lo que no se ve, lo que enseñas y lo que te esfuerzas por ocultar?


No creo que puedas pasar un año sin que un año pase a través de ti. Tantos días te habrán proporcionado instantes de alegría, de diversión, de felicidad; pero seguro que otro buen puñado de momentos tristes, difíciles, duros. Momentos bajos donde las nubes en el cielo y en tu corazón cubren sin remedio un sol que jamás deja de brillar para ti.


Suena a frase insustancial y a consejo barato pero al final, cuando el día toca a su fin y da paso al siguiente, lo único que marcará una diferencia será todo lo bueno que hubo en él; todo lo bueno que trajo a tu vida y que forma ya parte de ella.


Qué bonito sería mirarse en ese momento y sentirse satisfecho con lo que se ve, se siente y se tiene, ¿no? Sería una muestra inequívoca de que algo has hecho bien; de que vas en la dirección correcta o, al menos, en la dirección que quieres. Pocas cosas podrían hacerte sentir mejor.


Llegados a este punto, puedes entonces hacer dos cosas: regodearte en lo bueno y estallar de alegría y quedarte en eso, o dedicar un segundo más de lo necesario a bucear en aguas un poco más embravecidas, donde nadie te asegura que puedas estar tranquilo... Te acuerdas entonces de aquello que no es como querrías que fuese, y no es algo nimio, absurdo o caprichoso, sino algo radical, esencial para ti, especial, único. Algo que falta, que buscas a ciegas e irremediablemente no encuentras. Te hundes un poco...


Pero hay algo que puede más que eso y poco a poco va arrastrándote de vuelta a la superficie... La ilusión que te mueve día a día y lo ha hecho año tras año permanece intacta mostrándote el camino a seguir. Recuerdas lo afortunado que eres por la riqueza que llena tu vida: personas, momentos, y la unión de las dos. ¿No es eso algo de lo que sentirse orgulloso?


Con la esperanza de que el futuro es prometedor y con la emoción de que todo puede empezar a cambiar en cualquier instante cierras entonces los ojos, inspiras profundamente y dejas salir el aire de tus pulmones con la misma lentitud. El fresco aire nocturno de invierno te golpea en la cara y algo te dice que ya puedes pasar la última página de este último día de este último año de este último ciclo de tu vida.


Todo está preparado para volver a comenzar y tú, con todo lo aprendido, sientes tus alas crecer despacio. Puede que no muy tarde puedas al fin volar un poco más cerca del sol...


martes, 21 de octubre de 2014

lunes, 13 de octubre de 2014

Una caja y un pasado

Creo que todos guardamos una pequeña cajita con las cosas que nunca dijimos, los sueños que nunca nos atrevimos a perseguir y la lista que recoge todas las veces que nos arrepentimos de hacer o no hacer algo.

La caja permanece siempre cerrada y la llevas contigo allá a donde vayas. Nunca te apetece abrirla porque tienes miedo de lo que guarda en su interior, a pesar de que todo te pertenece en mayor o menor medida.

Hay un punto, sin embargo, en el que por diversas circunstancias tocas fondo de alguna manera. Algo no encaja y desaparece el apoyo fundamental que te mantenía seguro, esa constante que siempre estuvo ahí y que te ayudó a caminar sin dudar. Es entonces cuando te tambaleas y las piernas te fallan por primera vez. Necesitas sentarte y descansar, y eso es lo que haces.

Comienzas a pensar en todo lo que te ha llevado hasta el instante en el que te encuentras. El futuro no parece prometedor; el pasado es apenas un jirón de niebla al que no puedes aferrarte y el presente no te proporciona nada para ayudar a ponerte en pie. En tu mochila no hay más que lo que llevas contigo mismo.

Pero, ¡espera! En la mochila sí que hay algo; hay una caja, una caja que nunca quisiste abrir... hasta ahora. Porque ahora ya no te importa nada, o al menos no te importa lo que pueda contener y no tienes miedo a lo que pueda despertar en ti, pues ¿acaso hay algo que merezca la pena despertar? Abres, por tanto, la caja y vas navegando por su interior descubriendo cosas que creías olvidadas o incluso enterradas en un lugar lejano por el paso del tiempo. Algunas de ellas no te causan emoción y apenas reparas en ellas; otras revuelven algo en tu interior. Te das cuenta de que hay tantas cosas que no querrías que estuviesen allí guardadas que te duele reconocer lo cobarde que has sido durante tanto tiempo...

Solo puedes aferrarte a ese jirón de niebla que tenías por pasado, haciendo recuento de días y noches que perdiste, momentos que estropeaste o que nunca llegaste a hacer reales, a personas que fueron una parte de ti y que dejaste atrás sin quererlo... Y sí, al final te ves a ti mismo echando de menos ese pasado que tuviste, lamentando haberlo dejado desaparecer para que se transformase en algo peor que un recuerdo; en algo que no fue digno de tener siquiera un lugar en tu corazón. El pasado se vuelve entonces real y vívido, una imagen que se proyecta ante tus ojos y te hace olvidar todo lo demás. Esa imagen te envuelve y se extiende a tu alrededor, ocupando todo el espacio que abarcan tus ojos y se transforma en un océano que te ahoga lentamente en mil emociones encontradas. En mitad de ese caos empiezas a tener miedo y sigues buscando algo que te ayude a salir de esa pesadilla, cuando te topas de frente con lo más inesperado, lo más sorprendente... Lo que más escondiste. Lo que más anhelaste.

Anhelo.

Recuerdas lo que anhelabas.

Anhelar es precisamente lo que trae consigo el recuerdo del pasado y te despierta y te lanza hacia arriba con una fuerza que te deja sin aliento. En un instante estás de vuelta en la superficie, de pie, con los ojos bien abiertos y el corazón saliéndose del pecho. Aunque no puedes evitar temblar, poco a poco te acostumbras a esa increíble sensación de vitalidad y miras a tu alrededor. Nada ha cambiado. Cierras los ojos. La cabeza te da vueltas. Miras dentro de ti. Algo ha cambiado. O todo quizá.

Hallas un nuevo punto de apoyo que no estaba antes, y comprendes. Recuperas la sensación de tener en tu interior esa constante que siempre estaba ahí y te empujaba a continuar. Ahora, sin embargo, esa constante tiene un significado completamente nuevo. La caja puede cerrarse ya.

¿Qué ha pasado?

Que has comprendido que las constantes no son algo que siempre están ahí, sino que son algo que siempre que están, lo están para no dejarte caer porque son fieles, fiables y seguras. No cambian. Esas constantes son las personas, aquellas que lo son a pesar del tiempo, el lugar y las circunstancias. Son las que descubres al abrir la caja las que más consiguen mantenerte vivo, pues son las que tú mismo alejaste de ti al comportarte como un estúpido, aún sabiendo que ellas jamás quisieron dejarte ir. Te sientes avergonzado, aceptas su apoyo y les recuerdas todo lo que significaron, que siempre significaron y nunca dejaron de hacerlo, para ti. Se lo merecen. Se lo debes.

Duele tanto recordar lo que dejaste escapar... Quizá no sea del todo tarde.

Las piernas te fallan de nuevo, pero ya no vas a caerte. No vas a caerte porque aprendiste a traer de vuelta del pasado el presente que siempre quisiste que fuese, en algún momento, parte de un futuro para compartir con quien más te importaba.




viernes, 10 de octubre de 2014

Cien razones más que hacen que merezca la pena vivir

101. Her, de Spike Jonze.


Tan real como la vida misma, y a la vez tan diferente.
102. Los paisajes de la Toscana.

103. Un directo de Vetusta Morla.

104. Esta canción, y todo lo que revuelve en mi interior:



105. La isla del tesoro, probablemente la mejor novela de aventuras que he leído nunca.

106. Una buena fideuá.

107. La voz de Eddie Vedder.

108. Este fragmento del poema Eloisa to Abelard de Alexander Pope:
How happy is the blameless vestal's lot!

The world forgetting, by the world forgot.

Eternal sunshine of the spotless mind!

Each pray'r accepted, and each wish resign'd.
109. El sentimiento de felicidad que te invade en Navidad cuando eres niño.

110. El otoño y la caída de las hojas que trae consigo.

111. Las camisas, las corbatas y los trajes.

112. Esta canción y este vídeo. La sensación de tener el tiempo en la mano y la vida en lo que dura un segundo. Ser como Ícaro pero no tan cerca del sol.



113. Un buen western. Pregunten por John Ford.

114. Disneyland. Porque allí cualquiera vuelve a ser un niño.

115. Gran Bretaña y sus paisajes, desde las colinas y bosques verdes del sur a las montañas, valles y lagos del norte.

116. El camino a Glendalough, donde tomé esta foto:


117. Las carrilleras con puré de patata de mi madre.

118. Los desayunos como Dios manda.

119. Esta cita de Gabriel García Márquez:
"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla."
120. La oda a la Tierra y a la vida que supone la Carta del Jefe Seattle al Presidente de los Estados Unidos, escrita allá por 1855.

121. Esta otra cita de Jorge Luis Borges


«Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso.»


122. El disco OK Computer de Radiohead.

123. Una palmera de chocolate del Royal.

124. Origen, de Christopher Nolan.

125. La enorme expresividad e intensidad de las películas de Steve McQueen. Sus planos eternos.

126. El tema principal de la banda sonora de Piratas del Caribe.

127. Michael Jordan.

128. Concierto para piano nº2 en do menor, op. 18, de Rachmaninov.

129. Las películas de Disney.

130. Esquiar.

131. 

132. El olor de la lavanda.

133. La sensación de quietud y calma en lo alto de una montaña.

134. Un helado de Regma. O un helado en Roma.

135. Johnny Cash.

136. Una mirada intensa, profunda, de esas que te desnudan por dentro.

137. Este lugar...


138. Un beso en el cuello.

139. El sonido de una guitarra eléctrica.

140. Este momento tan maravilloso de El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo. Gracias, Gandalf.


141. La cerveza, pero la buena.

142. La naranja mecánica, de Stanley Kubrick.

143. El arroz con leche.

144. Crónica de una muerte anunciada.

145. Londres.

146. Esta, una canción para besar a quien más quieres bajo la lluvia.


147. Crucify your mind, de Rodriguez.

148. Tom Sawyer, cuyas aventuras a orillas del Mississippi llenaron de color algunos días de mi infancia.

149. R.E.M.

150. Una ruta por las montañas, lejos del ruido y el ajetreo del mundo.

151. Los festivales de música, con su camping y sus días de libertad.

152. El cuaderno de Noah.

153. Johnny Depp como Jack Sparrow en Piratas del Caribe: la maldición de la Perla Negra.

154. El arrullo del mar. El sonido de las olas estrellándose contra un acantilado.

155. Miles Davis y su Kind of Blue. Para disfrutarlo lentamente y en el más absoluto silencio. Y en oscuridad.



156. Esta escena de Goodfellas. Los méritos para el gran Robert De Niro.


157. La tarta de la abuela.

158. Stairway to Heaven, de Led Zeppelin. Larga vida a Jimmy Page.

159. Este otro momento mágico con Gandalf como protagonista. Esa "gran campiña verde tendida ante un fugaz amanecer" es el destino final que quiero alcanzar en mi vida.


160. Breaking Bad.

161. Six Feet Under.

162. El aceite de oliva.

163. El olor del hogar.

164. El solo de John Frusciante en Dani California.

165. Have You Ever Seen The Rain?, de Creedence Clearwater Revival.

166. Un viaje en tren a través del campo.

167. Suiza. Un lugar donde no he estado pero donde quiero estar.

168. La Alhambra de Granada.

169. Los campos de Castilla. Los de Machado también.

170. La trilogía Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes de medianoche. La vida contada en tres películas.

171. Shakespeare. A destacar Hamlet.

172. Cambridge.

173. Esta imagen:


174. Hoppípolla, de Sigur Rós.

175. Muse

176. Este concierto. Y esta canción.


177. El disco Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band de The Beatles. Lo que es, lo que supuso, la música, la portada del CD... Todo.


178. Los macarrones de mi tía.

179. Un Mont Blanc del Arde París.

180. Los sobaos de Carral.

181. El Bierzo. En todas sus manifestaciones: orográficas, gastronómicas, poblacionales...

182. Aquella tarde en aquel lugar:


183. Un coche, una carretera perdida, música y un atardecer. Ah, y el viento en la cara y el volante en las manos.

184. La quietud de la noche.

185. La Biología, que es la madre de todo lo que fue, es y será. Porque más allá de ella no hay nada (o lo hay todo pero es aquello que no es nuestro para verlo y aprehenderlo).

186. El canto de los pájaros al amanecer.

187. El ruido de la lluvia en los cristales.

188. El frío del invierno, pero ese que se disfruta bajo un gorro, un abrigo y unos guantes bien calentitos.

189. Un voluntariado.

190. Unos ojos azules.

191. Boyhood.

192. Un paseo en bicicleta.

193. Una caricia en la espalda.

194. Fresas con nata.

195. El fuego. Su poder de atracción y su capacidad para embelesar.

196. Tener un sueño para tu vida.

197. Una voz que te ponga la piel de gallina y el corazón en la garganta.

198. Esta escena de True Detective y ese enorme "Light's winning":


199. Este poema:
200. Una mirada intensa y todo lo que sucede en ese eterno segundo que se extiende en el tiempo.

Reinventar(se) para mejorar(se)

Solía entristecerme con la llegada del frío. Decir adiós al sol y al calor me costaba mucho; más aún pensar en el inevitable encierro que al que exige el invierno. No podía evitar sentir que la vida comenzaba a atenuar su fuerza, a dejar de brillar tanto y a apagarse, en cierto modo. La sensación de ponerse más capas encima para combatir el día y la noche no dejaba lugar a la duda.

Esta vez es diferente. O soy yo el que es diferente, porque al fin y al cabo el final del verano y la llegada del otoño no es algo que esté sucediendo por primera vez. Ahora soy yo el que se adapta mejor al ciclo habitual. ¿Y por qué? Pues quizá porque ya no me apetece hacer las cosas como las hacía antes. No todas, al menos. Normalmente me hubiera gustado desafiar a la estación y vivir con un sol y un calor propios que estaban lejos de ser normales para la época en la que nos adentramos. No me fue mal, pero también aprendí a percatarme de que no es así como la vida traza el curso de sus propios acontecimientos.

Aquí estoy entonces, deseando sentir el frío en la cara y en las manos y la necesidad de cobijo en el corazón. Quiero un buen abrigo, unos guantes y una bufanda. No me apetece saltar ni gritar, ni siquiera interiormente, sino que me apetece vivir conforme a lo que toca en este instante. No es tiempo de hacer alardes innecesarios y absurdos sino de saber adaptarse y ser paciente.

Los cambios son necesarios; más aún si te ayudan a avanzar para dejar atrás algo que no aporta nada. El camino se extiende como siempre a mis pies y yo lo sigo, pero no intento ni por un instante alejarme de él ahora.

Deséame buena suerte.


jueves, 2 de octubre de 2014

Sobre el paraíso

No sé dónde está exactamente pero creo que este lugar se le pareció mucho aquella tarde...

En aquel momento me di cuenta de que era hora de comenzar a reinventarse, de dejar atrás lo que ya no pertenece al presente y aprender a buscar nuevos caminos y formas de encontrar aquello por lo que merece la pena despertarse cada mañana.
"La juventud es el paraíso de la vida, la alegría es la juventud eterna del espíritu."
Así será como haré de cada día un paraíso como el que visité aquella tarde.


domingo, 7 de septiembre de 2014

Epílogo y prólogo: Dublin calling.




Sé bueno con ellas y haz que sean felices. Devuélvemelas sanas y salvas. Con una sonrisa.

Punto y aparte. Epílogo y prólogo. Fin de un capítulo; comienzo de otro.

Mucha suerte. Oviedo y yo os esperamos.

Os echaré de menos.




viernes, 8 de agosto de 2014

Cien razones por las que merece la pena vivir

1. Un atardecer en la playa (o un amanecer).

2. Esto es Yosemite, pero cualquier lugar verde, virgen y lleno de vida merece también la pena.


3. La Basílica de San Pedro, en El Vaticano.

4. La pasta carbonara.

5. La Sinfonía n.º 6 en fa mayor, op. 68, "Pastoral", de Beethoven.

6. El Señor de los Anillos, de J. R. R. Tolkien.

7. Las fiestas de prao, con sidra y buena compañía.

8. Star Wars.

9. Un paseo en barco por el mar y que suene esta canción:



10. El olor del césped recién cortado.

11. La canela, en todas sus formas y aplicaciones.

12. Un buen gin-tonic.

13. Una noche estrellada, con o sin luna.

14. Los cacahuetes.

15. El discurso final de Charles Chaplin en El Gran Dictador:



16. La Lista de Schindler.

17. Paul Newman y Robert Redford.



18. Bold as Love, de Jimi Hendrix, o todo Hendrix en realidad.

19. La paella.

20. Las Rimas de Bécquer.

21. Federico García Lorca y su Poeta en Nueva York.

22. Antonio Machado.

23. Colmillo Blanco, de Jack London.

24. Una noche perdido en Dartmouth, con una linterna, un perro, una tienda de campaña y un amigo. Y al amanecer, hacer una foto así:



25. Nueva Zelanda.

26. La ciudad de Nueva York.

27. Roald Dahl y el mundo que te enseña a descubrir.

28. Corintios, 13.

29. El fuet acompañado de un buen zumo de naranja a la hora de la merienda.

30. Hermanos de Sangre.

31. La catedral de Nôtre-Dame.

32. Florencia, entera.

33. El mar Mediterráneo.

34. Cantabria, infinita.

35. La comunidad valenciana.

36. Este disco, por no decir maravilla, también obra maestra:



37. Historia de dos ciudades, de Charles Dickens.

38. The Stone Roses de The Stone Roses.

39. Una buena peli en el cine con palomitas.

40. El cuerpo de una mujer.

41. 1812 Overture, op. 49 de Tchaikovski.


42. La nieve sobre las montañas.

43. El chocolate blanco.

44. Qué bello es vivir, de Frank Capra, y esta imagen en particular:



45. La vida es bella.

46. Este hombre, en este instante:



47. Las águilas.

48. Roma.

49. Un concierto de Radiohead.

50. Don't Look Back in Anger de Oasis.

51. Ron y Coca Cola.

52. Marcharse de casa y regresar.

53. La compañía fiel y sencilla de un perro.

54. La inocencia de la niñez.

55. Esta frase de Rabindranath Tagore"El hombre que ha de mendigar amor es el más miserable de todos los mendigos."

56. La libertad de la universidad.

57. Concierto para piano n°2 en fa mayor, op. 102, de Shostakovich.

58. El sonido de un órgano en una catedral.

59. Harry Potter.

60. Una noche en París.

61. El discurso "I had a dream" de Martin Luther-King.

62. La Pasión de Jesucristo según San Juan.

63. Eternal Sunshine of the Spotless Mind.

64. Into the Wild, de Sean Penn.

65. El poema She walks in beauty, de Lord Byron.

66. Ella:



67. Los niños y su capacidad para aprender.

68. La historia de Richard y Kahlan en La Espada de la Verdad.

69. Los Boyeros de Berna.

70. Un paseo por la playa o por un bosque.

71. Un beso de una mujer.

72. Lo que hizo Robert Doisneau:



73. La belleza del mundo, de la que esto es sólo un ejemplo:



74. El turrón de chocolate.

75. Un sueño bueno, de esos que nunca se cumplen y de los que jamás quieres despertar.

76. Dexter, y especialmente esta frase: "Life doesn't have to be perfect, it just has to be lived."

77. La Grecia Clásica y la Antigua Roma.

78. Los cómics de Astérix y Obélix.

79. Mickey Mouse.

80. La seguridad de la familia y el altruismo de la amistad.

81. Roger Federer.

82. La Ciencia.

83. Los secretos del Universo.

84. Albert Einstein.

85. La pizza italiana.

86. Taxi Driver y Testigo de cargo. Porque aunque necesitaría una razón más, estas dos son una sola.

87. El papel de Heath Ledger como el Joker en El Caballero Oscuro.

88. Una orquesta sinfónica en plena acción.

89. El soliloquio de Segismundo al final del primer acto de La vida es sueño.

90. El Señor de los Anillos, de Peter Jackson.

91. Más allá del Bien y del Mal, de Nietzsche.

92. El beso de Rodin:



93. Concierto para piano n°2 en fa mayor, op. 21 de Chopin.

94. La banda sonora de Cinema Paradiso.

95. La final de Wimbledon 2007.

96. Ocean, de John Butler Trio, a saber:



97. La sensación inigualable de volar en un avión.

98. El sol.

99. Little Martha, de The Allman Brothers Band:


100. El amor de una mujer.




¿Cuáles son para ti las cosas por las que merece la pena vivir?

lunes, 21 de julio de 2014

El día que el mar se aburrió


Un día el mar se aburrió. El remanso de calma y quietud que se extendía hasta donde alcanzaba la vista se dejó mecer por el viento. Y su forma cambió.

La brisa modelaba la superficie del mar creando colinas y valles que se alternaban y sucedían casi hasta el infinito; cuando el viento era más fuerte y valiente convertía las ondulaciones suaves en olas que desafiaban la planicie del mar y que iban a morir a una playa, sobre la roca o en la arena. El día que el mar se aburrió captó todos y cada uno de los colores del mundo y los devolvió para que con cada amanecer y atardecer se confundiese con el cielo, con sus tonos azules y grises, amarillos, naranjas y dorados, negros y blancos.

El día que el mar se aburrió el cielo encontró un espejo donde contemplarse.

El día que el mar se aburrió yo estaba sentado en una playa al atardecer. La caída del sol arrojaba sobre el mar una luz cada vez más tenue. El crepúsculo teñía el cielo de mil colores, desde el azul hasta el naranja, y cada uno se reflejó sobre el ondulante mar que bañaba la playa. Era imposible saber de qué color era el mar, pues todo él era azul y gris y blanco, exceptuando el amarillo que despuntaba en las crestas de las olas que rompían a mis pies.

El día que el mar se aburrió el cielo sonrió y el mar le devolvió la sonrisa. Y yo vi sonreír a ambos porque el mundo se tornó entonces un lugar muy bello. No sabría decir de qué color era el mundo en aquel instante, pues la gama desplegada hacía parecer que era uno y todos a la vez, pero sí sé que aquella belleza inmaterial me decía que aquel cuadro era perfecto.

jueves, 3 de julio de 2014

Jorge Luis Borges (Los conjurados, 1985)





«(...) Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso. No hay poeta, por mediocre que sea, que no haya escrito el mejor verso de la literatura, pero también los más desdichados. La belleza no es privilegio de unos cuantos nombres ilustres. Sería muy raro que este libro, que abarca unas cuarenta composiciones, no atesorara una sola línea secreta, digna de acompañarte hasta el fin (...)»

martes, 1 de julio de 2014

Blend in


Porque no hay peor sensación que sentirse solo, solo y vacío en mitad de un mundo al que perteneces pero en el que no te encuentras a ti mismo.
Sentirse títere y titiritero de una función vieja, triste, extraña y olvidada.



jueves, 12 de junio de 2014

¿Recuerdas la cueva? Deberíamos habernos quedado en la cueva.


Por primera vez el verano no me llama, o si lo hace yo no escucho su llamada.
Por primera vez mi idea de hogar se desdibuja ante mis ojos y amenaza con cambiar.
Por primera vez no quiero terminar, o quiero tal vez que ya, ahora mismo o mañana todo vuelva a comenzar.

He encontrado un lugar donde quiero quedarme.
He encontrado a gente con la que quiero estar y quedarme.





Alargaría los últimos días hasta lo imposible porque tengo la sensación de que había demasiado por vivir y poco tiempo para hacerlo.

Me quedaría en estos últimos días para los que sólo la alegría hace justicia al describirlos.
Se alejan ahora, pero permanecen vivos en el recuerdo, desde donde yo ya los echo de menos.


Con la fragilidad que trae consigo la noche no puedo evitar que suenen canciones, canciones que saben a despedidas y a tiempos pasados; a tristeza y melancolía.

Nos queda, al menos, la promesa de que el futuro es brillante y está ansioso por vernos a todos juntos de nuevo.