Despertar es volver a casa, es dejar atrás todo lo que fue y pudo ser y regresar con un equipaje mucho más variado, pesado y rico de lo que era al inicio del viaje. Despertar es intentar recordar lo soñado y darse cuenta de lo rápido que se desvanece todo lo que parecía vívido y tangible. Despertar es permitir que corra el reloj para descubrir que aquel sueño anhelado dejó tras de sí unos posos que ahora adquieren valor de la misma forma en la que lo hace el buen vino, con el lento transcurrir del tiempo.
Cada día que se va es como una gota que cae desde el extremo de una tubería suspendida en el aire desafiando a la fuerza de la gravedad, que choca contra el suelo y apenas hace ruido, pero que se une a todas las que la precedieron para crear un pequeño charco. Y así sucede con los días que desfilan tras despertar de ese viaje que otrora fue un sueño: llegan, pasan y se van y forman un charco en el que te sumerges para descubrir lo que el tiempo dejó a su paso en su lugar. Contemplas lo que ha quedado para siempre marcado en tu memoria, la realidad del sueño, los recuerdos de ese viaje que forma ya parte del pasado.
Atrás quedan las ideas preconcebidas, las expectativas formuladas y las que se intentaron no formular, las preguntas inquietas, las ilusiones intactas y los deseos por cumplir... Ahora sólo estás tú y todo lo que has vivido, los caminos recorridos, los desafíos que has superado, los compañeros que han estado a tu lado y los recuerdos de lugares, momentos y personas que hicieron de tu sueño una historia personal, única, especial e irrepetible.
Muchas cosas no fueron como esperabas, otras te decepcionaron y otras te dejaron sin aliento. Aunque quizá cambiarías algunas, todas fueron, a su manera, necesarias e imprescindibles.
El bien existe porque hay mal de la misma manera que las guerras estallan debido a la ausencia de paz; el día tiene cabida en este mundo porque la noche le ofrece la oportunidad de despuntar y las pesadillas deben existir para que los sueños tengan sentido en el hermoso paraíso de la imaginación
Quizá fuese más esperanzador poder soñar el sueño pero vivirlo fue, sin duda alguna, auténtico. Real. Es ahora, al despertar, cuando te percatas de todas las experiencias que tuviste la oportunidad de disfrutar porque, simplemente, te atreviste a soñar y a hacer ese sueño realidad.
Porque soñar es necesario pero vivir es imprescindible.
Y siempre, siempre, merece la pena.
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