Encontraste un suelo yermo pero fuerte y estable. Hiciste crecer de él todo aquello que antes no existía. Y lo más importante: le enseñaste a la tierra dónde estaban sus raíces para que así pudiese dar vida y mantenerla cuando llegase la hora de tu partida.
Desde entonces el verde domina el suelo del valle, pero el río que lo cruza se pierde sin rumbo a lo lejos, entre las montañas.
Se dice que el viento cuenta entre susurros que sus aguas buscan desesperadas las huellas de un cauce...
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