miércoles, 25 de septiembre de 2013

El vértigo causado por la emoción y por la intensidad de un deseo.

La necesidad de captar hasta el más mínimo detalle, un resquicio que se abre en la oscuridad para calmar la urgencia de sentir la luz y el aire.

La angustia de saber que la suerte puede no caminar a mi lado.

El miedo a perder, a decepcionarme, a arrojarme al corazón del huracán con solo ilusiones caducas a las que aferrarme.

La incertidumbre de la consciencia de la dificultad, de lo imposible, de lo irreal. Del desconocimiento y el misterio.

Por encima de todo, sin embargo, la opresión, el vacío en el pecho que se convierte en idea omnipresente en la cabeza y estímulo omnipotente en el corazón. La sensación de rozar el cielo con las manos.

Yo, mientras tanto, seguiré aquí esperando a que el espacio se acorte y pueda saltar al fin seguro.

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