A pesar de que no creo en la perfección y sé que no existe, trato de buscar a mi alrededor todo aquello que pudiera ser imagen de lo que quizá en algún lugar lo sea.
No existen tampoco los momentos perfectos; simplemente son momentos que, por algún motivo, significan algo más para quien los vive. ¿Pero cómo puedes considerar que existe el momento perfecto si sólo vives ése y no otro y no representas a toda la humanidad?
Todo lo anterior es verdad, por supuesto. Hoy y ahora quiero contarte algo, sin embargo. Soy un hipócrita y un iluso y no me importa engañarme si con ello consigo acercarme y vislumbrar algo de esa inexistente imperfección.
Sonríe y habla, eternamente, y yo podré quedarme sentado contemplando cómo el tiempo transcurre, primero rápido, luego lentamente hasta detenerse. Entonces me preguntarás por qué hice algo así, y yo te responderé que detuve el tiempo porque quise permanecer siempre en ese momento fugaz e ideal que para mí fue perfecto.
Creerás que estoy loco, pero te equivocas. Para quien desea soñar y sueña, la locura es un puente tendido hacia la perfección de la felicidad.
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