Esta mañana miré a través de la ventana y contemplé un pequeño pedazo de cielo azul y blanco. Por un momento me pregunté cómo sería la sensación de poder alcanzarlo. Al momento cerré los ojos y me reprendí por mi ingenuidad.
Ahora, sin embargo, no tengo más que escoger un trozo concreto del tejido que cubre mi cama, colocar ahí mi cabeza, cerrar de nuevo los ojos... e inspirar, lenta y pausadamente. Entonces veo el azul más azul, más blanco, inmenso y cercano. Por la ingenuidad de esta mañana.
Y me pregunto: ¿son ésos los indicios que me susurran que el sueño ha comenzado?
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