domingo, 22 de septiembre de 2013

Los errores de un idealista. Las ilusiones de un iluso. El sueño de un soñador.

Un ideal reflejado en la realidad.

Ojos claros, voz suave, sonrisa dulce y el misterio de lo desconocido.

Sentir que lo que fue imaginado es ahora palpable, sensible, real.

El mundo entero tiembla. Mi mundo se revuelve y yo me pregunto qué sucedió para que comenzase el huracán.

Fue inesperado, afortunado e imprevisible. Y ahora me deja aquí, en mitad de la tormenta, en la vorágine del caos, donde el orden reposa en la misma alocada presencia que lo originó.

Casi sin quererlo entregué demasiado por algo, quizá, que se volverá contra mí tarde o temprano; que es arriesgado, desesperado; también humano. Un sentimiento puro, radical, con el poder para conseguir que las montañas se muevan. La consumación del ideal máximo que otorga el sentido a la vida y al mundo.

Me encanta soñar; más aún cuando mi mayor sueño baja del cielo, abandona su lugar entre las estrellas y se atreve a decirme que no es descabellado, que quizá lo pueda alcanzar.

No pìenso ahora en la decepción y el desencanto, simplemente escucho la única voz que me susurra lo que quiero oír, que la belleza vaga por el mundo modelando sueños y, esta vez, decidió jugar conmigo a tejer un retal que aglutina todo lo que valoro, deseo y aprecio.

He puesto de mí más de lo que debería, pero sé que el precio pagado bien vale la posibilidad de ser feliz.

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