jueves, 24 de diciembre de 2015

El viaje. Parte II - Vivir el sueño.

Los prolegómenos que preceden a la realización de cualquier viaje hacen de la planificación un camino lleno de emociones, estimulantes e ilusiones. Todo se antoja nuevo - y de hecho, lo es -, hasta tal punto que la mera posibilidad de llevarlo a cabo es ya en sí misma una motivación causante de extrema felicidad.

Cuando llega la hora de partir, de comenzar a andar, ante el camino que se extiende a tus pies sólo estás tú, por increíble que parezca. Tú, sí, y lo que llevas contigo. El equipaje personal y emocional que te hace ser lo que eres, como eres, ansiar lo que ansías, buscar lo que buscas, disfrutar de lo que disfrutas. Y esa vez, por ser el comienzo del viaje, llevas también el resultado de todos los momentos que te prepararon para estar ahí, en ese instante, dispuesto a comenzar la aventura.

Entonces das un paso y después otro, y otro más. Es así como empiezas a caminar, concluyes un capítulo y comienzas otro. El sueño deja paso a la realidad; el viaje deja de ser un ideal y se convierte en algo vívido. Comienzas a vivir el sueño. Comienzas, al fin, a vivir el viaje.

Ocurre algo, sin embargo, que no te esperas y que no estaba en tus planes: la realidad que durante mucho tiempo fue tan sólo un sueño comienza a evolucionar de forma autónoma e independiente de ti y de todas las ideas preconcebidas, deseos e, incluso, expectativas casi indeseadas. A pesar de la planificación y de todo lo que imaginaste antes de llegar al lugar en el que te encuentras ahora, la realidad se aleja de la idealidad de tu sueño.

Y es normal porque, al fin y al cabo, los sueños no existen más que en la mente de aquel que osa darles cabida en su interior. En ese instante te percatas de cuán insuficiente es el equipaje que has cargado contigo. Nada te preparó para pasar del sueño al mundo real y tú, ingenuo de ti mismo, pensaste que podías predecir cómo iba a funcionar esto.

Vivir el sueño trae consigo tener que paladear un aparente sabor agridulce en cada pedazo de cada experiencia; en sentir decepción, insatisfacción, falta de plenitud, tristeza quizá, nostalgia, melancolía, añoranza, miedo, angustia, inseguridad... Vivir el sueño es, precisamente, aprender a convivir con su propio alter ego, el auténtico y verdadero, aceptarlo, asumirlo y, con el tiempo, aprender cómo valorarlo y apreciarlo.

Sí, así es. El comienzo del viaje es duro y está lleno de sorpresas; progresivamente él se va adaptando a ti y tú aprendes a hacerlo con él en una suerte de relación mutualista que os lleva a ambos, transcurrido un tiempo a veces injustamente largo, a reconoceros el uno en el otro y encontrar, al fin, algo maravillosamente parecido a la armonía.

Sin darte cuenta el tiempo va haciéndose tuyo y lentamente la luz se adueña de la oscuridad que invadió ese espacio de tu mente reservado para la felicidad, la alegría y la emoción. Nuevos colores desplazan a los diferentes tonos de gris, aparecen matices que obviaste al principio, texturas que no eras capaz de percibir, y la realidad de ese sueño largo tiempo idealizado adquiere los matices estéticos que merece, reflejando así que después y a pesar de todo, vivir el sueño es tan emocionante como soñarlo.

Pero, por encima de cualquier cosa, es infinitamente más real, más verdadero, más auténtico, más fiel, más humano, más emocionante, más instructivo.
Y sí, mucho más bonito.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

El viaje. Parte I - Prólogo: Soñar el sueño.

Soñar es viajar, es abandonar momentáneamente el lugar en el que te encuentras e imaginar que es estás en otro tiempo, en otra parte... en otra vida, en otro mundo. Es estar lejos y a la vez sentirte cerca; es conocer lo desconocido, imaginar lo inimaginable, pensar lo impensable, ver lo nunca visto y desmitificar el mito. Soñar es viajar y viajar es hacer real lo que un día se hubo soñado.

Es tan fascinante y tan fácil dejarse llevar, tan gratificante, tan reconfortante, que a menudo es inevitable querer hacer de ese sueño y ese viaje algo tan real que acaba convirtiéndose en algo quizá peligrosamente inabarcable. Es entonces cuando empiezas a soñar el sueño. Las dimensiones, llegados a ese punto, no importan ya, como no importa desde hace tiempo la distancia entre dos partes remotamente lejanas del mundo. Todo adquiere un nuevo significado. El sueño se convierte en el viaje en sí mismo; y a pesar de que soñar es viajar, soñar no es vivir en absoluto.

Viajar es, en muchos casos, hacer realidad un sueño. En el momento de partir no solo cargas con el incómodo equipaje físico, material, sino que llevas contigo encima de los hombros una maleta bien llena de ilusiones, esperanzas, expectativas y... sueños. Porque ellos son los que te han llevado a estar ahí en ese instante, viajero intrépido en busca de una nueva aventura y un nuevo comienzo.

No pesan ni ocupan espacio pero se hacen notar, y la cantidad de todos ellos no se mide en kilos sino en latidos acelerados al llegar a un destino, en emociones compartidas al descubrirlo y en lágrimas derramadas al abandonarlo. No tienen nada de real, puesto que sólo tienen existencia dentro de esa maleta que llevas contigo y que nadie más es capaz de arrastrar. Pero, a pesar de todo, tienen un valor inestimable porque son el resultado de un buen puñado de momentos de planificación, entrega y exaltación.

Es lo que va dentro de esa maleta lo que va a ser el verdadero equipaje que, llegada la hora, te será de utilidad a la hora de enfrentarte a la realidad de tu sueño. Viajar es cumplir ese ideal; es añadir a lo que hasta entonces fue real para ti un nuevo complemento.

Pero, ¿es tu realidad compatible con la realidad de tu sueño? O mejor dicho, ¿es el equipaje que llevas contigo el adecuado para enfrentarte a la verdadera naturaleza de lo que hasta entonces imaginaste que sería tan sólo un cúmulo de ilusiones y pensamientos?

Sólo hay una manera de saberlo: vívelo.



sábado, 28 de noviembre de 2015

El jardín de la vida

Érase una vez una tierra lejana llena de colinas a los pies de las montañas, de prados y bosques, de colores verdes de todas las tonalidades imaginables. En una de esas colinas había una cabaña, y junto a la cabaña se extendía una bonita pradera que se dejaba caer en los límites de la colina. En la cabaña vivía un hombre que se contentaba con subsistir con lo que la naturaleza le ofrecía, pasando sus días sumido en ensoñaciones y fantasías.

Alrededor de la casa, justo antes de donde nacía la hierba, crecían desafiantes una hermosa multitud de flores blancas, amarillas, azules, violetas, rosas y rojas, delimitando el perímetro de toda la cabaña y, de alguna manera, dejando claro que en aquel rincón habitaba una peculiar manifestación de la belleza.

Una mañana, el hombre que vivía en la cabaña tuvo un sueño. Un sueño que le hizo viajar muy lejos de su cabaña, de su pradera, su colina y sus montañas, pero que inevitablemente le recordó lo maravillosas que eran las flores que se esparcían alrededor de su cabaña. Fue por eso que a la mañana siguiente, al despertar, decidió que se convertiría en jardinero para transformar el prado junto al que se alzaba su cabaña en un jardín hermoso lleno de todas las flores que protegían su morada.

Se puso en marcha poco tiempo después, pues el trayecto hasta pueblo era largo y le llevaría buena parte del día. Cuando lo alcanzó, la tarde empezaba a caer sobre aquella parte del mundo. El hombre temió no haber llegado a tiempo antes de que el mercado cerrase, pues entonces no tendría la oportunidad de conseguir las semillas que necesitaba para hacer crecer las flores de su flamante soñado jardín.

A pesar de todo, tuvo la suerte de alcanzar el puesto de flores y semillas justo a tiempo. La mujer que estaba a cargo del puesto estaba comenzando a recoger la enorme colección de bolsitas y pequeños tiestos de barro que adornaban su lugar diario de trabajo, aportando color y alegría para teñir la melancolía que amenazaba con hacerse dueña de su pasión más preciada.

Sorprendida por la tardía llegada de aquel hombre y especialmente por la ilusión y la vehemencia con la que escogió, meticulosamente, cada una de las bolsas de semillas que quería, se atrevió a preguntarle el porqué de su prisa y su necesidad tan acuciante.

La noche había caído ya, así que la muchacha invitó al hombre recién convertido en jardinero a su casa para así poder escuchar con sosiego y calor atento la historia de la pradera que se convertiría en jardín.

Durante horas conversaron, primero del jardín, luego de la pradera, de la cabaña, las montañas; pero también de las semillas y las flores, del mercado, del calor del fuego y hasta de la vida y de los sueños.

Fue tan apacible, suave y fluida la conversación que el amanecer sorprendió a ambos con las miradas cansadas pero sonrientes, los corazones contentos y la chimenea llena de las cenizas de un montón de troncos para entonces ya deshechos.

Ambos se despidieron, pues el hombre quería regresar cuanto antes a su cabaña de la pradera para empezar a cultivar su ansiado y bello jardín. Emprendió el camino a casa con un macuto al hombro repleto de las semillas de lo que serían sus flores, y aunque en aquel momento no lo percibió, cargaba también consigo el terrible y hermoso peso de las semillas que más tarde se convertirían en sus verdaderos sueños.

Durante el trayecto de vuelta tuvo tiempo para rememorar lo acontecido durante el día anterior. Se sintió muy sorprendido, pero a la vez afortunado de haber conocido a aquella mujer del mercado. Agradeció internamente haber tenido la idea de cultivar su propio jardín, pues gracias a aquel sueño había encontrado una razón para bajar al pueblo y así había hecho posible conocerla. Feliz, se descubrió a sí mismo pensando que le encantaría tener la oportunidad de quemar un árbol entero con tal de poder volver a hablar con ella a la luz y al calor del fuego.

Sumido en sus ensoñaciones alcanzó al fin la cabaña, y enseguida comenzó a plantar las semillas de sus flores en la pradera que la rodeaba. Quería poder disfrutar de la visión de ver al fin su sueño reflejado en el jardín cada vez que abriese la puerta al exterior. Con ayuda de una pequeña azada fue decidida y meticulosamente plantando de forma estratégica cada una de las diferentes semillas, asegurándose de que la distribución fuese la adecuada para que al germinar, juntas tejiesen un tapiz lleno de vibrantes colores.

Trabajó sin descanso durante varias mañanas y varias noches, incesante, consciente de la tarea que tenía entre manos y seguro en cada uno de sus movimientos. Los días transcurrían y la pradera comenzó a llenarse de flores. El jardinero se sintió entonces tremendamente feliz y reconfortado al contemplar cómo su ilusión y esfuerzo recibían su anhelada recompensa ante la visión de aquel maravilloso espectáculo.

Y fue así, en una de aquellas concienzudas revisiones del tapiz que lentamente tejía y hacía crecer de la tierra, cuando le asaltó un travieso pensamiento, uno que sacudió por completo su interior e hizo a toda aquella paleta de colores palidecer por un fugaz instante.

¿Le gustaría aquel jardín, las flores, el orden y los colores, a la mujer del mercado?

Fue sólo un pensamiento, una idea absurda. Una que, sin embargo, inoculó el germen de la duda en la mente y el corazón del jardinero. Una que lo cambió todo.

Aquel hombre siguió entregado a su tarea y continuó plantando semillas en lo que pronto se convertiría en el jardín más bonito del mundo; en el sueño más hermoso de toda una vida. Pero ya no lo hacía igual que antes. Había una desasosegante duda acechándolo desde los rincones más oscuros y lejanos de su mente, nublando su visión y apenando su corazón. El jardinero comenzó a pensar que, a pesar de su tesón, su entrega y su esmero, aquel jardín podía no ser lo suficiente hermoso para la mujer del mercado. Quizá, a pesar de haberlo soñado, imaginado, deseado y realizado, podía no ser suficiente. Aquella idea lo dejó devastado.

Quién sabe si a causa de sus dudas, su inseguridad o sus miedos; o quizá simplemente fue culpa del azar, pero una mañana el hombre descubrió que algunas de las flores que ya habían comenzado a crecer de la tierra habían desaparecido, dejando en aquella hermosa alfombra manchas oscuras donde primero sólo había existido el color. Al acercarse se percató de que la tierra había sido agitada, removida y donde él había depositado una semilla ahora había un hoyo. Contó uno, dos, tres, cuatro… y hasta decenas de ellos. Y al acabar, se lamentó y maldijo a todos los pequeños topillos que habitaban tranquilamente bajo el suelo de su cabaña y su pradera, que nunca le habían molestado pero que ahora se interponían entre él y la consecución de su sueño.

Una vez más, pero esta vez más intensamente, el recuerdo de la muchacha del mercado volvió a perseguirle, recordándole que aquel jardín de flores y hoyos no iba a ser todo lo bonito que aquella mujer podía esperar. Se sintió fracasar. Perdió la esperanza y la imagen de aquel colorido jardín se desvaneció en el fondo del pozo de su tristeza como un guijarro arrojado a un estanque, no sin antes sacudir la superficie del agua a su paso. Vinieron las lluvias y con ellas las lágrimas, y aquel hombre ilusionado, intrépido soñador y jardinero imprevisto abandonó en una esquina de su cabaña la pequeña azada y el saquito todavía lleno de cientos de semillas. Las flores siguieron germinando, pero el jardín no quedó completo.

Tras unos días grises de introspección e incómodo sosiego, el hombre se atrevió a volver a mirar afuera, hacia la pradera sobre la colina tendida al pie de las montañas. Descubrió allí a su jardín, aparentemente intacto, como expectante, esperando a ser terminado. Al observar aquella bella estampa el jardinero sintió una necesidad acuciante, inesperada y reconfortante, brotando sin control de su interior: aquel sueño no podía morir así. No podía permitirse el lujo de temer. No podía rendirse tan pronto, no sin antes concederse la oportunidad de contemplar con sus propios ojos el resultado final de la culminación de su sueño. Además, ¿cómo podía esperar que aquel jardín le gustase a la mujer del mercado si ni siquiera él mismo era capaz de acabarlo y adorarlo?

Aquella idea renovó su energía, su ilusión y su determinación. Y así fue como tomó por segunda y última vez la pequeña azada y el saquito de semillas y se entregó con desvelo a la tarea de cultivar su querido jardín. No volvió a preocuparse de los topillos, los hoyos y las manchas oscuras tejidas en el tapiz de sus sueños. Al fin y al cabo, eran ellas las que le habían hecho ver la realidad y la verdad de una forma que no había valorado nunca antes.

Así fue como aquel hombre jardinero culminó la creación de su jardín y con ella, la realización de su sueño. Y no se preocupó de las adversidades, sino que simplemente puso toda su voluntad y su corazón en esforzarse en fertilizar y hacer crecer con vigor e intensidad cada una de las flores que hicieron de aquel el tapiz con los colores más hermosos del mundo.

Sólo así, se dijo, sería capaz de crear una belleza digna de ser amada. Sólo así sería capaz de transmitir a la mujer del mercado la belleza que inundaba su alma y que, desde aquel momento, inundaba también el antiguo verde de su pradera.



sábado, 21 de noviembre de 2015

Viajar


Viajar es marcharse de casa,
es dejar los amigos
es intentar volar
volar conociendo otras ramas 
recorriendo caminos
es intentar cambiar.
Viajar es vestirse de loco
es decir “no me importa”
es querer regresar.
Regresar valorando lo poco
saboreando una copa,
es desear empezar.
Viajar es sentirse poeta,
es escribir una carta, 
es querer abrazar. 
Abrazar al llegar a una puerta
añorando la calma 
es dejarse besar.
Viajar es volverse mundano 
es conocer otra gente
es volver a empezar. 
Empezar extendiendo la mano,
aprendiendo del fuerte, 
es sentir soledad.
Viajar es marcharse de casa,
es vestirse de loco
diciendo todo y nada con una postal,
Es dormir en otra cama,
sentir que el tiempo es corto,
viajar es regresar.


Gabriel García Márquez

lunes, 5 de octubre de 2015

Trazar (cruzar) la línea

A veces, sin querer, pones todo lo que hay en ti en algo por lo que quieres luchar. Y a veces simplemente no es suficiente; no es suficiente porque resulta ser demasiado.

Y así, sin querer, consigues hacer realidad eso que tanto temías.



domingo, 4 de octubre de 2015

Shatter


¨Incluso aquella misma tarde hubo sin duda momentos en que Daisy no alcanzó el nivel de sus sueños; no por culpa suya, sino por la colosal vitalidad de su ilusión, que sobrepasaba a Daisy, que lo sobrepasaba todo. Gatsby se había entregado a ella con entusiasmo creador, acrecentándola sin descanso, adorándola con cualquier pluma de brillantes colores que se ponía a su alcance. No existe fuego ni lozanía capaz de competir con lo que un hombre atesora en el fantasmagórico mundo de su corazón.¨


F. S. Fitzgerald, El Gran Gatsby



sábado, 3 de octubre de 2015

Hurricane

A veces todo está bien, sobran los motivos de queja o lástima y no hay razón alguna para dejar de sonreír. Todo es como debería ser y estar y gracias a ello te sientes afortunado.

Pero también a veces, sin querer, sientes que falta algo. No es algo que pueda explicarse ni, incluso, razonarse. Es algo pequeño, casi insignificante que (no) está ahí, que causa un vacío que no puedes llenar a pesar de que lo intentes con todas tus fuerzas y que desgraciadamente tiene un poder de expansión enorme y atroz. Por eso, aunque no haya nada que bloquee el avance de tus pies, te topas con un muro invisible a cada paso que das y al querer sortearlo te golpeas contra él una y otra vez.

Sientes que estás tan, tan cerca, que duele comprobar cómo en realidad estás tan lejos.

Afuera, en la calle, llueve y el viento arremolina las caducas hojas de los árboles para hacerlas partícipes de una danza otoñal que agita a todo aquel que se atreve a salir al exterior... y a quien contempla el espectáculo a través del cristal.

Afuera, en la calle, llueve.





miércoles, 30 de septiembre de 2015

Septiembre


Ahora te vas, pero te pido que me despiertes cuando puedas hacerme sentir que estás de vuelta.




Hasta pronto, septiembre.

lunes, 21 de septiembre de 2015

In memoriam


DECÁLOGO DEL (RECTO) VOLUNTARIO UCI RWC 2014

1. El Voluntario es y se siente como tal durante las 24 horas del día, no sólo cuando ocupa el puesto de su deber.

2. El Voluntario actúa en todo momento movido por el interés del bien general y el más íntegro altruismo.

3. El Voluntario no se cansa, ni sufre, ni siente ni padece, sino que manifiesta efectos colaterales del cumplimiento de su noble Tarea.

4. El Voluntario no se preocupa por su aspecto físico, ni por su atuendo ni las condiciones higiénico-olfativas de los mismos.

5. El Voluntario no es abandonado en ningún momento por mandato de las instancias superiores a Él, sino que es relocalizado estratégicamente allá donde más se requiera de su servicio.

6. El Voluntario no duerme ni descansa porque no tiene sueño, sino que simplemente se mentaliza y conciencia para desempeñar su cometido al 100%.

7. El Voluntario no sale en televisión ni se siente digno de ello, sino que es objeto de representación en un medio que recoge la grandeza de su Obra.

8. El Voluntario no trabaja mucho ni poco;  hace exactamente cuanto se necesita.

9. El Voluntario es y se siente un individuo de menor valor en el conjunto de la escala social, pues la inmensa amabilidad que mueve sus acciones le hace indigno de reconocimiento de mérito personal alguno.

10. El Voluntario es diligente, honesto y dispuesto, y jamás renuncia a su tarea salvo cuando él considera que sus habilidades pueden ser reutilizadas de mejor manera. 


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"Forsan et haec olim meminisse iuvabit."



jueves, 17 de septiembre de 2015

Echar de menos

"Home is where your heart is" , dice la canción. Y es verdad.

No importa adónde vayas ni los lugares que conozcas; ni siquiera dónde hayas nacido o dónde hayas vivido. No importa cuáles sean las promesas y cuáles las expectativas, las ilusiones y los sueños que lleves contigo dondequiera que estés. Nada de eso será importante cuando, al mirar atrás en cualquier momento, sientas que son suficientes las razones que te impulsan a desear estar en otro lugar.

Es quizá triste que sea así, pues parece que cargas permanentemente con un peso que no debería ser responsabilidad tuya, que te limita y reduce tu capacidad para disfrutar del instante presente, que después de todo es lo único que tienes a tu alcance. Puede que sea triste, pero ¿qué sentido tiene vivir conforme a lo que se supone que debiera ser y no conforme a lo que sientes que debe ser?

Por eso te alegras, por contradictorio que parezca, de echar de menos. Y echar de menos en el sentido más profundo de la expresión: echar de menos lugares, cosas, personas, momentos... Echar de menos lo que tenías y que, a tus ojos, era todo cuanto en aquel (y que todavía y también en este) momento podías (puedes) desear.

Mirándolo desde otra perspectiva, es cierto que pensar en todo lo que desearías que fuese, en lo que desearías tener o en dónde desearías estar no tiene sentido porque es, simplemente, imposible que la realidad cambie de como es; aunque ¿hay algo que configure más lo que eres y piensas que todo eso que quieres con toda la vitalidad de tu ilusión y sientes con la fuerza de tu corazón?

Aunque seas capaz de apreciar lo que tienes y el valor de lo que tienes en el preciso instante en el que lo vives y lo disfrutas, no es sino cuando te alejas y te ves desprovisto de ello, por una causa u otra, cuando realmente visualizas y admiras la dimensión de tu suerte y la colosal dimensión de esa sensación de necesidad, necesidad que nace de tu insaciable sed por encontrar la felicidad que, a veces y por fortuna, tienes la oportunidad de alcanzar.

Y por eso es normal y es necesario, y es bueno y no quieres dejar de hacerlo. Por eso, y por mucho más, hoy echas tanto de menos todo eso que te pertenece, que conoces, amas y te hace ser lo que eres, como eres y que no quieres dejar de disfrutar.

Es así como al estar en otro lugar te sorprendes recordando, o acaso imaginando cómo sería todo si estuvieses donde quieres estar, porque, aunque el presente sea lo suficientemente bueno y merezca la pena como para hacerte sentir feliz, siempre hay otro lugar al que tu mente viaja sin esfuerzo alguno que es aún más bueno y merece más la pena, pues sabes que, por el momento, sólo allí eres verdaderamente feliz.

Echarás de menos no estar en el lugar donde te sientes en casa, tu hogar, el sitio al que perteneces, pero también por ello aprenderás a echar de menos de una forma diferente, siendo consciente de lo que te hizo llegar a donde estás en este momento para así también poder apreciarlo y valorarlo, sabiendo al mismo tiempo que, aunque el presente es diferente y quizá anhelas cosas que forman parte del pasado, el futuro está ahí, expectante, esperándote para que recuperes todo lo que junto a él te está esperando.


El precio a pagar por encontrar ese hogar, que es donde tu corazón está, es tener que convivir con la necesidad de estar en él a cada instante... aún incluso cuando no sea posible o no deba ser así.
Aprender a anhelar disfrutando de la imposibilidad de, en el presente, no hacer otra cosa que echar de menos. Lo cual es ya suficiente.

Sólo eso ya dice mucho de cuánto merece la pena encontrar tu lugar.

jueves, 27 de agosto de 2015



Parece absurdo decir esto, pero vida no hay más que una, aunque tenemos la suerte de contar con oportunidades para vivirla bien cada día. Eso es precisamente lo que la hace tan valiosa y maravillosa. E irrepetible.

No siempre es fácil elegir con sabiduría, madurez e inteligencia, y ello puede empañar de momentos grises e incluso negros recuerdos que de otra manera deberían haber sido brillantes y hermosos.

Pero no pasa nada; no pasa nada porque hay algo que está por encima de todo eso, algo que hace a esos instantes empequeñecer y ayuda a que la memoria, afortunadamente y por una vez, pueda ser capaz de olvidarse de ellos para dejar espacio únicamente a todo lo que sí es bueno, bonito y merece la pena ser recordado.

Vivir no es fácil; no es fácil para quien vive consigo mismo porque es una tarea que requiere de mucho esfuerzo y sacrificio, y tampoco es fácil vivir para los demás porque el esfuerzo y el sacrificio a veces simplemente no son suficientes, porque no estás preparado o porque no tienes la suerte de saber transmitirlos.


No obstante, y por duro que resulte, siempre merece la pena. Y como ya hay demasiadas cosas feas y tristes en el mundo, yo quiero quedarme con lo que me importa de verdad, lo que egoístamente me importa de verdad y lo que egoístamente quiero recordar, porque es, ni más ni menos, todo lo que mereces.

Por eso hoy y siempre recuerdo y recordaré ese césped y ese árbol, y esas horas de la tarde en las que jugabas conmigo al fútbol en zapatos; tu sillón; mi canasta; una videoconsola; unas zapatillas; el coche que querías regalarme y el viaje que quisiste hacer conmigo.

Las cosas buenas no deben olvidarse nunca, deben estar por encima de todo: hacen de nuestra vida una experiencia inolvidable y no deben, jamás, morir cuando lo hace alguno de nosotros.

Gracias y hasta siempre.

viernes, 14 de agosto de 2015

Un lugar donde quedarse

Silencio y oscuridad.

La quietud de la noche era apenas rota por el ritmo periódico y pausado del aire saliendo de unos pulmones rebosantes de vida; la negrura reinante era tímidamente disimulada gracias a las pequeñas rendijas abiertas en la persiana, a través de las cuales se colaban sin mucha fuerza los primeros rayos de sol de aquella radiante mañana.

Un paisaje.

Una silueta dormida de lado, dejando que la pared velase por la seguridad de su espalda, abandonada al abrazo cálido y sanador del sueño, mecida en un vaivén dulce que la transportaba muy lejos de allí.

Un decorado.

Cabellos desparramados y una mente maravillosa reposando plácidamente sobre la almohada. El cuello, puente firme en la senda extendida entre la razón y el corazón, de terreno de piel suave, suavísima, tersa, sensible y delicada, desprotegida e indefensa ante el aire de la noche.

Un refugio.

La nuca, nacimiento de un mar de olas de cabellos traviesos e infinitud de emociones y pensamientos; hogar de sueños eternos y fuente del perfume más irresistible de todos.

Y al contemplarla, adorarla, conocerla y perderse en ella, se obra el milagro. Ojos cerrados. Respiración lenta. La oscuridad es completa y el silencio se hace impenetrable.

Surge entonces desde las profundidades de la imaginación una carretera tendida junto al mar y un coche recorriendo veloz la singularidad de su asfalto; una playa escondida en algún lugar donde el silencio es dueño del rodar de las piedras y el romper de las olas; un pueblo entre las montañas abierto al inmenso gigante azul con calles estrechas de esquinas traicioneras; una sala iluminada con luz tenue y un sofá tan cómodo y moldeable como una nube en mitad del cielo; una voz melodiosa y cantarina y una mirada limpia, grande y hermosa.

En el cuello, el latido de la vida y del corazón.

Perdido en aquel lugar, embriagado por el calor del abrazo del perfume más delicioso del mundo, toda la realidad perdió su consistencia y su existencia y yo me dejé arrastrar por aquella deriva inolvidable, porque era feliz allí, como si no hubiese nada más que mereciese la pena fuera de aquel lugar.

Aquel lugar...

Un lugar donde perderse.

Un lugar donde quedarse.




jueves, 13 de agosto de 2015

El día que me regalaron un puzzle y una despedida

Hace tiempo que decidí dejarme la vida en vivirla intensamente, en vivirla entera y en vivirla toda, desde el primer segundo de cada día hasta el último; en vivir cada momento y en vivirlo con quien merece la pena compartirlo.

Dar todo lo que tengo por hacer de cada instante un recuerdo alegre, feliz, hermoso o especial es una máxima para mí, y por ello me entrego y me vacío cuando así se requiere. Y lo hago sin darme cuenta porque es demasiado fácil hacerlo así; es demasiado bonito hacerlo así.

Es demasiado triste no hacerlo así, y quizá por eso tengo la sensación de que desde hace un tiempo ya no sé andar, como si nadie me hubiese enseñado a hacerlo nunca; como si ahora sólo fuese capaz de correr. Todo avanza terriblemente rápido y apenas puedo aprender a hacer que vaya más despacio. No obstante, algo me dice que quizá sea precisamente eso, el vivir todo y el exprimir el tiempo al máximo lo que esté haciendo que el camino a mis pies sea una estela casi borrosa que veo pasar ante mis ojos con rapidez.

Hay algo que a pesar de la velocidad a la que transcurre el tiempo no desaparece al mismo ritmo ni deja de aparecer, y hace que toda esta experiencia vertiginosa valga la pena tanto cuando va rápido como despacio, porque la llena de emoción y significado y la convierte en algo tan especial que es difícil describirla con palabras, y eso son los momentos y los recuerdos y los protagonistas de los momentos y los recuerdos. Los hay tan buenos y tan geniales que me siento increíblemente afortunado de que sean ellos quien escriban esta historia conmigo.

La vida es bella, es terriblemente hermosa y está hecha para vivirla con la cabeza, el corazón y los ojos bien, bien abiertos.

A mí me los taparon y me impidieron ver cómo sucedía algo asombroso, cómo desde la oscuridad mi realidad se fragmentaba en piezas de formas caprichosas que reflejaban una y todas sus partes a la vez. Cuando la tela que cubría mis ojos se retiró, en un instante que fue fugaz y eterno a la vez, cogido por sorpresa, temblando y llorando; saltando y riendo por dentro, feliz hasta el extremo, contemplé ante mí como todas las piezas se juntaban y formaban el puzzle más bonito que jamás pudieron regalarme.

Allí estaba, frente a mí, prácticamente en su totalidad reunida bajo un árbol protegida de la luz del sol, mi vida en forma de compañeros de viaje, protagonistas de mis días y mis noches, de mi pasado, mi presente y mi futuro, de mis alegrías, mis tristezas y mis sueños, juntos para ayudarme a dar un nuevo paso, quizá el más grande que haya dado nunca, y para decirme también que están ahí porque este camino que compartimos es bonito y lleva a un lugar especial, un lugar al que quieren llegar, quizá, conmigo.

Fue tremendamente emotivo comprobar cómo las diferentes partes de mi vida, que en lugares distintos y con personas distintas fueron tomando forma, se juntaron aquella tarde para dejarme construir ese puzzle maravilloso y ser protagonista de una despedida inolvidable.

Es duro marchar cuando dejas atrás tantas cosas buenas que merecen la pena, y aunque lo que se me ofrece ahora es una oportunidad irrepetible de seguir ampliando los horizontes de mi vida que aprovecharé y exprimiré tanto como he hecho con todo y con todos hasta este momento, sé que dejo aquí, algo dispersas durante un tiempo, las piezas de un puzzle que dentro de no mucho me moriré por volver a ver unidas de nuevo.

Es mucho más difícil partir cuando dejas tanto atrás, pero es todavía más fácil hacerlo cuando llevas contigo a tantas personas que te han enseñado a ser alguien mejor y a disfrutar mejor de cada segundo vivido, pues sabes que en cada instante futuro tendrás un recuerdo de ellas para impulsarte a no dejar de vivir con intensidad, incluso, en la distancia.


Gracias una y mil veces por la ilusión, el esfuerzo y las ganas, pero sobre todo por vuestra presencia.

Nos vemos pronto de nuevo.




martes, 28 de julio de 2015

Junto al camino, nunca digas "no puedo más y aquí me quedo"...

"No puedo hacer esto, Sam."

"Lo sé, ha sido un error, no deberíamos ni haber llegado hasta aquí, pero estamos aquí, igual que en las grandes historias, señor Frodo, las que realmente importan, llenas de oscuridad y de constantes peligros, esas de las que no quieres saber el final, porque... ¿cómo van a acabar bien? ¿Cómo volverá el mundo a ser lo que era después de tanta maldad como ha sufrido? Pero al final, todo es pasajero como esta sombra. Incluso la oscuridad se acaba para dar paso a un nuevo día. Y cuando el sol brilla, brilla más radiante aún, esas son las historias que llegan al corazón, porque tienen mucho sentido aún cuando eres demasiado pequeño para entenderlas. Pero creo, señor Frodo, que ya lo entiendo. Ahora lo entiendo. Los protagonistas de esas historias se rendirían si quisieran pero no lo hacen. Siguen adelante. Porque todos luchan por algo."


Lucha; lucha cada día por escribir una historia que merezca la pena contar.

lunes, 27 de julio de 2015

Las cosas buenas

El mundo es un lugar que a nuestros ojos se antoja inmenso, aunque en realidad es otra mota de polvo más en el imaginario infinito del Universo, pero eso es otro tema. Para lo que nos concierne a nosotros en nuestras cortas vidas llenas de importancia y significado, el mundo que nos acoge y rodea constituye en sí mismo un lugar de horizontes lo suficientemente lejanos como para brindarnos la posibilidad de encontrar siempre experiencias y personas nuevas de las que disfrutar.

En el mundo hay muchas, muchas personas, y en gran medida son ellas las que hacen de él un lugar diferente al que es por sí mismo, para lo bueno y para lo malo. Por desgracia, parece que casi todo lo que llega a nuestros ojos y oídos es algo negativo o que está impregnado de algo negativo. Sin querer, esa tónica reinante en nuestro mundo de cada día puede deslizarse casi imperceptiblemente a través de nosotros y acabar, al final, por empapar también nuestro interior y nuestra vida. Así es como nos contaminamos y sin querer dejamos de apreciar lo que de bueno y especial hay en lo que nos rodea.

A pesar de todo y por suerte, la realidad es muy distinta.

Cuando mantienes los ojos abiertos y la mente despierta, el mundo y las personas pueden sorprenderte casi a cada instante y es así como descubres que las cosas buenas existen y están ahí, esperando a que seas capaz de abrir los brazos y darles la bienvenida que merecen.

Y así conoces la solidaridad, la bondad, el altruismo, la paciencia, la sabiduría, la inteligencia, el cariño, la ternura... y su incalculable valor cuando, en diferentes proporciones e incluso en equilibrios caprichosos, se presentan reunidos en ciertas personas con las que tienes la suerte de encontrarte en el camino.

Cuando esto sucede dos son las cosas que no puedes dejar de hacer: camina atento para no perderte la oportunidad de disfrutar y aprender de ellas, y lo que es casi más importante, agradece a cada instante lo que te ofrecen y lo que de bueno hay en lo que te regalan; el bien que hacen en tu vida y lo esencial que es para ti que puedan darte tanto y en tal medida.

Demasiadas cosas son feas y malas en el mundo ya como para dejar pasar las buenas, las que importan de verdad, las auténticamente valiosas, las que marcan la diferencia.

Da las gracias por ser tan afortunado de poder disfrutar de las cosas buenas.

miércoles, 22 de julio de 2015

Sobre el tiempo


Todo comienza con una explosión repentina pero silenciosa. No hace ruido ni tampoco se hace notar. Al principio causa cierto desconcierto junto con un conjunto mucho más heterogéneo e indefinido de sentimientos encontrados; poco después todo se revuelve y parece incluso que el mundo se pone patas arriba. Todo da vueltas; todo gira muy rápido y da la falsa sensación de que está fuera de tu control, de que es algo irracional. En parte es así, pero dura sólo un breve instante.
A continuación, tras el caos inicial sobreviene un momento de calma casi abrumadora: el momento de la consciencia, de la consciencia racional que posibilita el encontrar el orden dentro de ese desorden que es a la vez inesperado y terriblemente necesitado.
Lo que al principio fue sorpresa evoluciona paulatinamente en una sensación colmada de sentido y significado. Agradeces que sea así, porque en el fondo es lo que siempre has anhelado: alcanzar ese estado.
La adaptación a la forma nueva de ser de las cosas conlleva abrazar una serie de condiciones y sensaciones nuevas que se van a convertir en habituales. Comienza una nueva etapa de normalidad, o como quiera llamarse eso. De la misma forma que te adaptas a esa normalidad adaptas tus exigencias, necesidades y deseos a ella para que crezcan y se hagan una unidad juntos.
Con el tiempo se establece un compromiso fiel entre el ser, el estar y el desear y gracias a eso alcanzas la estabilidad. Parece que es el final del viaje; el culmen perfecto para una búsqueda minuciosa y tremendamente trascendental que te deja, en el momento de su conclusión, en una posición casi inimaginable. Casi.
Pero, ¿qué sucede cuando, una vez alcanzado ese compromiso de estabilidad el tiempo transforma todo lo que una vez fue nuevo en una especie de tendencia monótona y continua que disfraza la realidad para hacerte creer que no todo es ahora tan nuevo, emocionante e ilusionante como una vez fue?
Cuando llega ese momento todo cambia, y no sólo por la situación en sí, sino también por ti mismo. Es en ese preciso instante donde reside el secreto que te permitirá desentrañar más o menos a conciencia el futuro. Si hubo algo que una vez te hizo feliz o te hizo sentir de algún modo especial, eso debe ser lo que prevalezca cuando todo cambie; cuando a pesar de la adaptación y del compromiso y la estabilidad, el perenne paso del tiempo intente instaurar su propio ritmo de normalidad. No dudes que intentará hacerlo.
¿Recuerdas todo aquello que fue nuevo, emocionante e ilusionante? No lo olvides. No lo olvides porque será lo único capaz de guiar tus pasos en la dirección correcta cuando llegue el día en que las certezas se tornen entonces incertidumbres. Ese día deberás recordar todo lo que merece la pena, lo que es diferente, irrepetible, especial. Habrás de hacer de esos adjetivos una marca inseparable que acompañe a todos los momentos que no quieres que se vayan, momentos a los que no quieres renunciar, momentos que no quieres cambiar.
Puede que todo se limite en realidad a un pequeño reducto de detalles y aspectos aparentemente insignificantes, pero es tal el efecto que ejercen sobre su pedazo particular de tu pequeño mundo que marcarán la única y verdadera diferencia entre lo que es tan sólo común y lo que es extraordinario.
Te mueves ahora en un terreno incierto y acaso resbaladizo, pero ten confianza y ten presente que si te guías por todo aquello que tu corazón ama, podrás encontrar en cada día del futuro que está aún por venir una razón preciosa por la que no dejar de soñar.

jueves, 2 de julio de 2015

Divergencia

Abrí la puerta del bar en el que me dijo que me esperaría y al instante me recibió, como una bofetada, una nube de humo denso que me golpeó sin piedad en los pulmones. Estaba convencido de que en aquel lugar estaba prohibido fumar, pero supuse que como en muchas otras situaciones, sólo era válido y aplicable el criterio del ojos que no ven, corazón que no siente. Lástima que en ese bar sí que hubiese un corazón que contradecía aquello, que sentía por él y por todos los demás en demasía y sin control a pesar de que los ojos que lo llevaban por el mundo hubiesen perdido hacía ya tiempo toda su luz.

Me acerqué lentamente abriendo una senda entre volutas de humo hasta el rincón esperado donde aguardaba una figura parcialmente oculta en la oscuridad y parcialmente iluminada por el único rayo de sol que se atrevía a internarse en aquel ambiente neblinoso y gris. Al percibir mi llegada la figura giró la cabeza y en ese instante alcancé a percibir, en toda su dimensión, la fuerza vital que había abandonado a aquel hombre que un día fue un canto a la vida hecho carne. Me dedicó una sonrisa fugaz que ahora, tiempo después, no sé si llegó a esbozar en realidad. Quizá fueran mis ganas de volver a ver aquella alegría radiante emanando de él lo que me llevó a verlo sonreír; o quizá, simplemente, fuese yo el que sonrió al verlo después de tanto tiempo.

Me senté frente a él y al instante una mano surgió a mi espalda y depositó en la mesa que nos separaba dos copas llenas con un líquido transparente, hielo y una piel de lima. Me resultó grato comprobar que a pesar de lo convencional de sus gustos, mundanos y simples como los de todos, siempre trataba de aportar y mantener ese toque distintivo y elegante que los dotaba de un sentido y un significado especial, asumido como normal en él pero que constituiría un acto de pretenciosidad y arrogancia en cualquier otro, pues era algo acorde a lo que él era y a cómo era. No había perdido eso, y me alegré por ello.

Habiendo brindado en un cómodo y completo silencio, no sólo por su opacidad, quiero decir, sino por lo necesario que resultó, nos miramos a los ojos y en ese momento cerré los míos e incliné la cabeza para mostrarle que estaba preparado y más que dispuesto para comenzar a escucharlo. Alejé de mi mente todo lo que hasta entonces me había importado y la convertí en un libro en blanco. A mis oídos dejó de llegar ruido alguno, como si de repente el humo del bar se hubiese convertido en plomo para aislarnos del mundo.

Volvimos a mirarnos y bebimos un poco más, a tragos cortos, casi nerviosos, el gin tonic que compartíamos y poco después mi compañero posó la copa sobre la mesa, quedando los dedos de su mano izquierda jugueteando con el pie del cristal. Alzó por última vez la mirada y el reflejo del sol en sus ojos arrancó un auténtico chispazo de aquella, su felicidad perdida. Se mordió el labio inferior, quizá en un intento inconsciente de apiadarse de mí, o tal vez de él mismo, y pronunció una sola palabra:

- Imagina...

Imaginé lo que representaron muchos días de una soledad y vacuidad significativa y casi incomprensible, caminos que se pisaron para llegar a ningún sitio e instantes que, aun siendo parte constituyente de un presente de valor incalculable, carecieron del sentido que naturalmente debieron poseer y quedaron relegados a un lugar en el pasado que cada vez será más difícil recordar.

Imaginé lo que supuso escribir una historia en comunión con la única compañía del pensamiento propio, en la que las fronteras y los horizontes se trazaron tan lejanas como se deseó en cada momento y donde los muros que se alzaron fueron únicamente construidos para protegerla de una amenaza fantasma oculta en el exterior. Fueron tantos los días que sirvieron de inspiración para escribir esa historia que, con el tiempo, fue ganando en profundidad, en complejidad y en valor. Fue así como esa historia se convirtió en una guía de viaje, en un mapa y en una brújula que orientaron los pasos de una vida en la búsqueda de su más preciado ideal.

Imaginé también lo que fue construir castillos en el aire, lo fácil que resultó hacerlo y el golpe que supuso verlos caer. Sufrí al imaginarlo y lloré al imaginarlo; pero al mismo tiempo todo mi ser quiso gritar de alegría y felicidad al poder ser capaz de imaginar y soñar hasta tal punto, sin límite y colmado por una ilusión que nunca antes había sentido en mi interior.

Imaginé entregarme con devoción a un sentimiento, condicionando toda mi existencia a él, entregándome a él, viviendo por él. Imaginé cómo me comprometía con la vida, con lo que es y lo que significa, abrazando a la intensidad como adalid de mi modus vivendi particular y afrontando cada día como si fuese el único que quedase sobre la faz de la Tierra para mí.

Imaginé mil días de felicidad y otros mil de tristeza. Imaginé días azules y días grises; días de sol y de nubes; días de alegría y días de melancolía. Imaginé una vida, su principio y su final, y también la senda tendida entre ese principio y ese final.

Lo imaginé todo y fue maravilloso. Fue maravilloso imaginar.


Tras el último trago que vació la copa, el tiempo y el espacio parecieron volver a adueñarse del mundo, y volví a tomar conciencia de dónde me encontraba. Mi compañero se aclaró la garganta y me dijo en apenas un susurro:

- Ahora, vive.

Y entonces la realidad me golpeó sin remedio y sin control. Me quedé sin aliento y un agujero comenzó a abrirse en mi pecho, amenazando con succionar todo lo que había dentro de mí. Parecía que la estrella que hasta un instante antes habia tenido delante había explotado en apenas un segundo para dar paso al vacío más negro y opresivo imaginable. Me sentí morir.

Al vivir me di cuenta de que aquella historia estaba escrita por una sola persona, una sola mente, una sola voluntad, un solo pensamiento, una sola soledad y una sola felicidad. Nada había en ella que dejase lugar para dos y la vida, al fin y al cabo, era justamente eso, una historia escrita para ser protagonizada por alguien más que únicamente tú.

Al vivir comprendí por qué mi compañero había sufrido tanto y había perdido tanto. Sentí una pena infinita por él, casi con la misma intensidad con la que él había imaginado y soñado, casi con la misma con la que me había hecho imaginar a mí. Comprendí todo lo que había perdido y por qué lo había perdido.

Fue una décima de segundo lo que nos miramos después de aquello, pero sólo en esa fracción fugaz e infinita de tiempo fui auténtica y completamente consciente de que quiso tanto y hasta tal punto que olvidó hacer de sus ilusiones y sus sueños caminos que le permitiesen alcanzar un destino común, común a otras ilusiones y otros sueños, un destino que pudiese ser compartido.

Fue tan intenso y tan profundo su deseo de soñar que escribió una historia de horizontes inalcanzables, llena de caminos que no pudieron sino ser divergentes de todos los demás.
 

martes, 16 de junio de 2015

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"La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días".

Benjamin Franklin

lunes, 15 de junio de 2015

Begin again


Parece que fue ayer, hace no tanto, cuando todo volvía a empezar...




... y de repente, casi sin darme cuenta, me encontré con un final que no anticipé lo suficiente.




A partir de ahora todo será diferente, pero hay demasiados motivos que me recuerdan que a pesar de todo lo que venga, siempre, en algún momento, tendré una razón para regresar.

No os diré "no lloréis", pues no todas las lágrimas son amargas...

Afortunadamente, es verdad.

Hasta pronto.

Finis

Comienza, todo comienza con ilusión. Comienzas con la energía renovada y la esperanza intacta. Todo es nuevo y diferente, a pesar de que el escenario es relativamente invariable y el argumento más o menos conocido.

Conforme transcurren los días el guión va haciéndose cada vez más largo, más complejo y más rico en detalles. Con la ayuda de los mejores figurantes esta obra maravillosa adaptada al tiempo y al espacio que abarca todo un año va describiendo sus propias líneas, rectas y curvas, trazando el desarrollo de su propia historia mientras tú te introduces de lleno en ella y dejas que sea ella quien te guíe en el camino.

Es así como en el mismo gran acto queda reflejado un crisol de experiencias, de vivencias y de momentos que confluyen en un punto de la memoria justo después de suceder en el tiempo para ser entonces convertidos en recuerdos, recuerdos que hacen a esta historia crecer y adquirir una dimensión inédita y completamente desconocida a cada instante.

Lo que comenzó como una búsqueda de un nuevo hogar y una forma de reinventarse se convirtió en la búsqueda de una forma de detener el tiempo para no abandonar ese hogar que fue hallado, queriendo o sin querer, al explorar un nuevo horizonte desde una perspectiva completamente diferente. O dicho de otro modo, tras la inauguración se sucedieron imparables mañanas, tardes y noches de momentos que son ya parte de un pasado efímero pero que cuando fueron temporalmente tangibles estuvieron llenos de un significado especial.

Es difícil resumir en una página de créditos como esta lo que supone un año maravilloso e inolvidable, pero de alguna manera debe quedar constancia de que cuando las piezas encajan y el tiempo y el momento se hacen nuestros para manejarlos a nuestro antojo, el espectáculo brilla con luz propia y encandila entonces a todo aquel que esté dispuesto a dejarse encandilar; a todo aquel que esté dispuesto a dejarse maravillar.

Este tercer acto se asemeja bien a una película, una película de esas que en alguna ocasión vimos a lo grande o en su mínima expresión mientras compartíamos parte de ese tiempo tan valioso que, en conjunto, hizo de este año un viaje que recordaré y recordaremos siempre.

Todo final tiene un comienzo, y el de este acto fue uno realmente inspirador. De la misma forma, todo inicio debe tener su final y el de este acto fue uno realmente especial.

Esta historia que son los mejores años de mi vida se inició describiéndose en frases cortas, rápidas y cargadas de emoción para ir progresivamente tornándose más largas, reflexivas y complejas. Al mismo tiempo que el comienzo de la historia fue quedando atrás, el perfil de un ineludible final fue recortándose poco a poco en el lejano horizonte. Ese final que era lejano se fue acercando inexorablemente y su figura imponente acabó por ensombrecer la ingenua ilusión que impregnó lo que en su día no fue más que un bonito comienzo.

Todo tiene un sentido infinitamente más amplio ahora y los matices son también más complejos y abundantes, porque cada paso al frente es un paso firme hacia la consecución del final de la historia de los mejores años de mi vida.

El tiempo vuela ahora y se escurre entre mis dedos sin que pueda hacer nada por evitarlo, a pesar de que estaba definido desde el principio y los términos del contrato que ambos establecimos no cambiaron en ningún momento. Quiero pensar que esto sucede así porque ambos somos ahora más maduros y más conscientes de los desafíos que somos capaces de plantearnos, así que nos ponemos a prueba para exprimirnos el uno al otro y aprender a superarnos juntos.

Una vez concluido esta parte del viaje, este acto de esta gran obra, este capítulo de esta historia, toca volver a reinventarse. El tiempo y el espacio se redefinen para plantear lo que es al mismo tiempo una invitación y un obstáculo hacia un prometedor y excitante futuro. Soy incapaz de prever qué va a suceder y aunque ello me mate lentamente por dentro, constituye en sí mismo un reto que merece la pena afrontar con la mente despejada y el corazón contento.

La niebla y los tonos grises se adueñan de los parajes por los que transcurre este relato, pero hay una luz que brilla suspendida sobre el horizonte como una estrella titilante en el cielo de una noche sin luna para mostrar que el final del viaje, aun estando parcialmente oculto, titubea con dejarse ver en algún punto del futuro. No tengo prisa por alcanzarlo porque la verdadera meta de la historia de este viaje es el camino, es cada paso, cada día, cada tarde, cada noche, cada instante escrito con paciencia y dedicación por todos aquellos que hacemos de esta obra una maravilla que merece la pena construir y vivir.

La vida es un baile y por eso hay que bailarla con elegancia; esta historia es un milagro y por eso la escribo con todo mi alma, dejándome el corazón, la cabeza, la piel y la vida en la tarea porque quiero exprimir cada segundo para encontrar las palabras exactas que resulten dignas merecedoras de poder describirla.

Todo comienza con ilusión y la ilusión debe permanecer viva hasta el final. El final debe estar marcado por la esperanza y la esperanza debe ser lo suficientemente duradera para hacer de ese final el inicio de un nuevo comienzo. Lo que comienza en este instante es un punto y aparte; un comienzo diferente en un tiempo y un espacio diferentes en el marco de una obra infinitamente grande y hermosa.

La ilusión del principio acabó por convertirse en una mezcla de sentimientos encontrados, la unión caprichosa entre la alegría y la melancolía que supone al mismo tiempo un empuje y un freno en el camino. No obstante, las promesas de un futuro radiante son lo suficientemente poderosas como para atreverse siquiera a titubear en el avance.


Todo comenzó con ilusión.

¿Sabes cómo acabó?

Acabó con un abrazo, un vacío en el pecho y la felicidad en el corazón.

domingo, 31 de mayo de 2015

Qué bien se está cuando se está bien






Por lo que fue y por lo que pudo ser,
por lo que hay, por lo que puede faltar,
por lo que venga y por este instante,
levanta el vaso y a brindar por el aguante...


... por el aquí y el ahora.

martes, 26 de mayo de 2015

Sobre la felicidad

Muchas veces me pregunto qué es la felicidad; en qué consiste exactamente, si existe de verdad y si es precisamente esa sensación que en ocasiones noto que invade mi interior. Casi ese mismo número de veces acabo llegando a la conclusión de que lo que me inquieta realmente es saber qué es para ti la felicidad; si se parece en algo a lo que yo siento o si tiene el mismo significado que tiene para mí.

No me atrevo a preguntarte porque creo que sensaciones como éstas son muchas veces difíciles de describir con palabras, pudiendo incluso tener poca cabida fuera de cada una de nuestras traviesas cabecitas locas llenas de pensamientos incesantes. No obstante, que no te lo haya preguntado nunca no quiere decir, ni mucho menos, que no me muera por saber qué opinas tú de todo esto.

Después de haber vivido un buen cúmulo de momentos y recuerdos sé que puedo trazar unas líneas bastante seguras sobre este lienzo de imaginación e infinidad para esbozar un boceto que refleje lo que es y significa para mí ese ideal tan hermoso e inabarcable.

Te podría decir... no sé, decenas de cosas que encajarían a la perfección en ese dibujo y a la vez ninguna, pues no creo que sea capaz de plasmar en una imagen toda la complejidad y belleza de un sentimiento. Y no sólo eso; no me gustaría hacerlo porque no es la felicidad algo que tenga sentido y existencia por sí misma... Sin tu felicidad yo no podría ser feliz, así que cada trazo será a la vez el tuyo y el mío propio, pues sé que si no es compartida, nada de ella tiene sentido.

Para mí la felicidad es mirar al cielo en un día de sol y sentir su calor y color, ver a los colores del mundo resplandecer y a la vida florecer; es también respirar el aire de la montaña y del mar, sentir el agua salada por mi piel... Para mí la felicidad es ver una película o escuchar una canción, llorar una película o una canción, sentir cómo toman las riendas de mi desbocado corazón para hacerlo latir límite y sin control. La felicidad es poder morder el frío de un helado en el calor del verano, tomarme una cerveza, o un café, o un chocolate sentado junto a una mesa donde sólo el tiempo transcurrido es a la vez una medida de sí mismo y de todo lo demás; es también la felicidad lo que siento al leer, al dormir, al correr y al saltar, al caminar a la caída del sol persiguiendo los pasos que sólo yo trazaré en pos de un horizonte desconocido que sólo yo seré capaz de alcanzar...

La felicidad es una y mil cosas a la vez, por extraño que parezca, pero es y lo creo así. La felicidad es poder sentirme seguro en el refugio que me ofrece la mirada de una persona querida, en unos brazos que velan por mi seguridad y tranquilidad, en un beso que me es entregado porque hay alguien que quiere hacerme sentir especial. La felicidad es que una sonrisa me eleve por encima de las nubes y me haga confundirlas con el mar.

Me siento feliz al dejarme caer al suelo por la noche, sobre el asfalto, la arena y la hierba, al alzar la mirada y contemplar el manto infinito de motas de luz que como polvo suspendido eternamente en el vacío, me observan desde la distancia y me sonríen porque saben que ellas, al igual que yo, se sienten felices en ese instante.

Felicidad es sentirme joven, sonreír, gritar, cantar y bailarle al mundo que la vida es una pequeña gran maravilla, y este momento, un regalo precioso que tiene tanto valor porque puede desaparecer en apenas lo que dura un suspiro.

Y dicho todo esto, sólo hay una cosa de la que estoy auténticamente seguro: la felicidad existe porque tú existes, porque para ti existe y porque tú existes para mí en la misma medida en la que yo existo para ti. ¿Qué es, pues, para ti la felicidad?

Cuéntamelo, que me muero de ganas de aprender a disfrutar de ella contigo.

miércoles, 13 de mayo de 2015

"Háblame, dime algo..."

Hay ideas que parece que sólo tienen cabida dentro de tu cabeza, donde están seguras y donde se encuentran suspendidas en un aparente equilibrio que las mantiene vivas a pesar de que existen al margen de la realidad. Tienes miedo de dejarlas salir porque desconfías de ellas y de ti mismo; dejaron de ser hace mucho tiempo algo sencillo para convertirse en una fuerza motriz compleja y a veces, incontrolable, que en ocasiones te sorprende y te obliga a preguntarte acerca de su verdadera razón de ser.

Celosamente proteges los secretos que guardan porque así crees mantenerte a salvo, pero es precisamente eso lo que te incita a estar encadenado y reprimido, pues constantemente impides que esa parte tan grande y poderosa de ti tome las riendas y te muestre el camino a seguir, el único camino que realmente deseas seguir.

Y será así, mientras te esfuerzas por encontrar el significado de todo poniendo sólo la mitad de ti mismo, como un día te soprenderán unas pocas palabras, palabras que apenas en un instante y con un poder devastador destrozarán todas tus barreras y llenarán de vida la vasta llanura yerma que se extendía en tu interior.

Serán apenas unas palabras las que conseguirán desterrar todo el miedo, las dudas, la incertidumbre y la angustia, dejando paso tras de sí a un nerviosismo que nada tendrá de negativo o incómodo, sino que significará el preámbulo y prólogo que marcará la llegada de un sinfín de emociones encontradas, ilusiones reveladas y anhelos nacientes que se extenderán por cada célula de tu cuerpo a la misma velocidad de la luz.

Una simple mirada sincera y segura y una promesa de comprensión serán suficientes para que todo tu mundo se haga al fin nítido conforme tus ojos, en ese mismo instante, comienzan a emborronarse de felicidad.

Comprensión.



sábado, 9 de mayo de 2015

Fuego

"Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende."

Eduardo Galeano

jueves, 7 de mayo de 2015

Dos

Tienes en tu interior un regalo, un diamante en bruto que no brilla a la luz del sol pero que es duro y frágil y tiene decenas de líneas y aristas que configuran la bella complejidad de su forma. Su valor es incalculable, así que lo llevas contigo dondequiera que vas, protegido para que se mantenga intacto hasta que puedas encontrar el momento adecuado para poder entregarlo con seguridad.

Lo encontraste por casualidad y lo tomaste como si fuese tuyo, como si te perteneciese, porque te pareció que no podrías dejarlo pasar así sin más, como se deja de lado una piedra en el camino al caminar.

Este diamante no proviene de la tierra, pero de algún modo te ata a ella como las raíces mantienen anclado a un árbol al suelo del bosque. No es una semilla, pero de algún modo sientes que está lleno de una energía inconmensurable que pugna por explotar, por tener la oportunidad de desafiar a la vida para mostrar todo lo que de bueno y bello hay en él.

Ese diamante que portas con recelo y desvelo en tu interior es el regalo más grande que nunca concebiste y el que jamás serás capaz de superar, pues sin quererlo pusiste tanto de ti en él para decorarlo que se llevó parte de aquello que te define y te describe, que te hace ser quien eres.

Ese regalo inerte que descubriste por casualidad es ahora una y dos cosas a la vez: es tu carta de compromiso con la vida tal y como la entiendes y comprendes y es también, y al mismo tiempo, un reflejo de lo que eres y ofreces y de lo que quieres poder llegar a ser y ofrecer.

A pesar de todo, a pesar de tu empeño y tus ganas de mejorar aquello que tan sólo se permitía el lujo de ser corriente y ordinario, ves a tu regalo languidecer, consumirse lentamente con el incansable suceder de los días y las noches, perdiendo vigor a cada instante mientras tú pierdes junto a él la confianza y la determinación.

Lo que primero era ante tus ojos nítido y claro se antoja ahora más difuso, y no es que ya no quieras deshacerte de tu valioso regalo, sino que comienzas a dudar de que alguien esté ahí esperando para recibirlo ansioso. Entonces es cuando ese diamante convertido en semilla se marchita y comienza a dejarse morir.

Y tú, que no quieres que eso suceda bajo ningún concepto, te abandonas completamente a la tarea de regalarte la última, definitiva oportunidad de llevar a cabo la misión a la que te entregaste con devoción cuando recogiste aquel regalo por primera vez. Fue aquel impulso fugaz el que auténticamente te mostró el verdadero camino a seguir.

Tu regalo no puede desvanecerse así, sin más, sin que pueda ser capaz de mostrarse tal y como es, de prometer a quien lo merezca todo lo que tiene en sí para ofrecer y para regalar a quien lo merezca todo lo que tiene en sí para regalar... porque es, al fin y al cabo, el regalo más bonito del mundo.

sábado, 2 de mayo de 2015

Eternidad



"El tiempo es muy lento para los que esperan, muy rápido para los que temen, muy largo para los que sufren, muy corto para los que gozan; pero para quienes aman, el tiempo es eternidad."

William Shakespeare

Haunted


Sometimes it is a storm; sometimes it is the shelter you seek when the storm is howling outside.
But no matter what, it is always full of those endless, overwhelming sensations that rarely find their way out, proving themselves to be painfully out of reach, distant. ethereal.
Insecure.


miércoles, 29 de abril de 2015

Hipotéticos ideales

A pesar de todo lo que quieras correr, alejarte y negarte; a pesar de cuantas veces cierres los ojos y te nieges a ver lo que se muestra ante ti... Aunque la música te rompa los oídos y el vacío creciente en el pecho amenace con engullirte no podrás simplemente dejar de pensar, pues en el fondo de tu mente sabes que es absurdo intentar resistirte o intentar escapar de aquello que te hace sentir vivo, de aquello que te impulsa y te hace creer que sí, que es cierto, que es verdad, que es más que un sueño, que puede ser real.

No tienes ni idea de qué es en realidad ni qué significa, pero quieres desesperadamente permitirte el lujo de soñar. No puedes hacer otra cosa que tener esperanza, la esperanza de que quizá...

Quizá.




lunes, 20 de abril de 2015

Nihil novum sub sole

Pon tu mano, la que me diste, sobre mi hombro
y avanza tras de mí pues la senda se estrecha:
por entre ruinas caminamos, el escombro
hollando del que fué castillo cuya flecha

penetraba en las pardas nubes y era asombro
de caminantes. Avizora nos acecha
del roto torreón aquella que ni aun nombro
por miedo de atraérnosla. De ti desecha

vanas ilusiones; á un porvenir marchamos
que fué gastado ya por otros; no me atrevo
con engaño á guiar tu vida; tropezamos

con el pasado al avanzar, todo es renuevo;
los en brote y los secos son los mismos ramos
lo que ha de ser ha sido ya, nada hay de nuevo.


Miguel de Unamuno

martes, 14 de abril de 2015

One

Hay algo dentro de ti que se estremece, te hace un nudo en la garganta y te deja sin respiración; algo que parece querer saltar, girar, temblar y sacudirse... que quiere echar a volar. Algo en tu interior grita de alegría y felicidad porque se siente vivo, está vivo y es muy, muy hermoso.



lunes, 13 de abril de 2015

Every breath you take

La vida está en los detalles, en las pequeñas cosas y situaciones de cada día, en las cotidianas y mundanas, o acaso también en las excepcionales. En todos esos momentos disfrazados de normalidad que hacen de lo corriente algo extraordinario encuentras un lugar en el que refugiarte.

Y aunque no puedas contar más que con el día en el que vives y el instante en el que respiras, cada soplo de aire que llena tus pulmones te permite mantener la ilusión intacta y la esperanza de poder creer que existe un mundo maravilloso oculto en los detalles.


viernes, 10 de abril de 2015

Empfindsamkeit


“It's much easier to not know things sometimes. Things change and friends leave. And life doesn't stop for anybody. I wanted to laugh. Or maybe get mad. Or maybe shrug at how strange everybody was, especially me. I think the idea is that every person has to live for his or her own life and then make the choice to share it with other people. You can't just sit their and put everybody's lives ahead of yours and think that counts as love. You just can't. You have to do things. I'm going to do what I want to do. I'm going to be who I really am. And I'm going to figure out what that is. And we could all sit around and wonder and feel bad about each other and blame a lot of people for what they did or didn't do or what they didn't know. I don't know. I guess there could always be someone to blame. It's just different. Maybe it's good to put things in perspective, but sometimes, I think that the only perspective is to really be there. Because it's okay to feel things. I was really there. And that was enough to make me feel infinite. I feel infinite.”


The Perks of Being a Wallflower






...





... I just want it all to stop spinning.